En Venezuela, las mujeres que llegan a un centro hospitalario para dar a luz, sobre todo en los hospitales públicos, muchas veces son víctimas de maltratos por parte del personal de salud durante el proceso de parto, lo cual configura un tipo de violencia llamada obstétrica o ginecobstétrica.
La violencia obstétrica, que es un tipo de violencia muy poco visibilizada, se define como “el maltrato que sufre la mujer embarazada al ser juzgada, atemorizada, vejada, lastimada física y emocionalmente. También se incluye el no ser respetada en sus decisiones. Es recurrente en los hospitales y se da en todas las esferas de la sociedad”.
De acuerdo con Amnistía Internacional, existen estereotipos que condicionan la aceptación de situaciones precarias al momento del parto, alegando que es algo “natural”, que las “mujeres están hechas para parir”, y otros juicios similares. Estos estereotipos le dan cierta licencia a los trabajadores de la salud para maltratar a las parturientas, porque muchos tienen grabado en la mente aquello de “parirás con dolor”.
Así se sufre la violencia obstétrica
*Sandra llegó con dolores de parto el 4 de septiembre de 2023 al Hospital Dr. Raúl Leoni, conocido también como el Hospital de Guaiparo, ubicado en el estado Bolívar. Pensó que podría dar a luz con tranquilidad, pero allí comenzó su viacrucis para poder traer al mundo a su bebé.
Estando en el área de observación, comenzó a sufrir dolores de cabeza y la médica que estaba a cargo decidió tomarle la tensión. En ese momento, ocurrió algo inesperado en el área y es que falleció un paciente renal, por lo que Sandra quedó sola con el tensiómetro puesto y, cuando la galena volvió, ya el aparato había borrado la información.
“Ella me dice ‘seguro tú no has comido nada, anda come que es a lo mejor que se te bajó la tensión’ y listo. Ya el dolor de cabeza se intensificaba más”, relató Sandra, quien siguió sintiendo dolores de cabeza cada vez más fuertes, por lo que habló con su esposo y este la llevó a la Maternidad Negra Hipólita de Ciudad Guayana.
Cuando llegó a ese otro centro hospitalario, dijo, lo último que recuerda es haberle comentado al médico que se sentía mal. No sabe cuánto tiempo estuvo inconsciente y cuando logró despertar, solamente reaccionaba el lado izquierdo de su cuerpo. No lograba escuchar, no podía hablar y con mucha dificultad movía el lado derecho de su cuerpo. Allí escuchó a los médicos decir que necesitaban hacerle una cesárea urgente porque su bebé podía fallecer.
Hicieron un llamado al Hospital de Guaiparo para que me recibieran y atendieran mi parto o mi cesárea, debido a la situación en la que me encontraba. Tomaron las precauciones necesarias, me atendieron y me refirieron hacia el otro hospital donde ya me habían negado la atención”, contó.
Así pues, su esposo llevó a Sandra nuevamente al centro de salud, pero lejos de mejorar la situación de Sandra, allí todo se puso peor. Tuvo que “pelear” para que la atendieran. Solo levantaron un informe para que la trasladaran al Hospital Ruíz y Páez de Ciudad Bolívar, pero su esposo se negó, porque ella o el bebé podrían fallecer en el camino. Al lugar también llegó la madre de Sandra, quien la acompañó en la sala de parto, ya que allí no permiten el ingreso de caballeros.
“Ellos querían hacer que firmara un documento donde él decidiera la vida de cualquiera de los dos: salvar mi vida o salvar la del bebé. Pues yo me negué, escribí una nota diciendo que no quería que decidieran sobre la vida de ninguno de los dos y ,en dado caso que fuese así, que solamente eligieron al bebé”, relató.
En ese momento el esposo de Sandra se alteró y corrió hacia el área de la jefa de sala de parto. La médica se hizo cargo de estudiarla y verificar su situación. Le hizo una ecografía y notó que el bebé estaba bien, en posición de parto, y que Sandra tenía las contracciones y dilataciones necesarias para dar a luz. Pero su cuerpo no respondía para hacer el empuje y que el niño naciera.
“Me puyaban con agujas”
A Sandra la pusieron en observación, con sondas y medicamentos, mientras su cuerpo estaba dormido. Sentía dolores del lado izquierdo, pero no tenía fuerza para pujar y que el niño naciera. Y mientras estaba inconsciente o trataba de tomar el sueño, las estudiantes de medicina que estaban a cargo de ella, comenzaron a maltratarla.
“Ellas, no sé si de manera abrupta o quizás porque pensaban que yo estaba fingiendo, aprovechaban mi momento de descanso y me puyaban con agujas, me rayaban con un lapicero, se reían de mí, se burlaban de mí y era incómodo no poder hablar, porque ni siquiera tenía la movilidad de la lengua para hablar y decirles que de verdad no sentía nada”, contó la afectada
Esos maltratos se prolongaron hasta el 5 de septiembre, cuando la jefa de la maternidad atendió a Sandra y le hizo otro eco, concluyendo que debían estudiar su caso porque no era normal lo que ocurría, ya que todos sus exámenes estaban bien, incluso sus valores y los del bebé, que ya estaba en posición de parto.
Las estudiantes de medicina, contó Sandra, continuaron agrediéndola verbalmente, diciéndole frases como “ay, tú lo que quieres es que te hagan una cesárea y por eso te estás haciendo la que no sientes nada”. Esos maltratos incluían arrancarle los vellos de las piernas y ella no reaccionaba porque no sentía nada, ni siquiera podía hablar.
Los dolores de parto aumentaron, ya el bebé quería nacer. Sandra rompió fuente y la llevaron a ‘la burra’ -una cama especial donde dan a luz las mujeres- mientras presentaba mucho dolor en la mitad del cuerpo.
“Sentía que me estaba quebrando, no podía, pero la vida de mi hijo me importaba demasiado. Así que, como pude, empecé a saltar en una pierna, logré llegar a la burra, me monté como pude, me arrastraban para poder montarme allí, levanté otra pierna con la mano que movía para ponerme en posición, pero no podía pujar, y solamente le pedí a Dios que me ayudara, y hablé con mi hijo, y le dije, ‘bueno, bebé, si tú quieres venir al mundo, ayúdame tú, porque yo no puedo’, y le doy gracias a Dios porque mi hijo nació y gracias a Dios estoy viva”, contó.
Hoy en día el bebé de Sandra tiene un año de vida y nació con condición de párpados caídos por la hemiparesia que ella sufrió cuando la mitad de su cuerpo se paralizó. Ambas vidas se salvaron, pero Sandra nunca olvidará esa experiencia de maltrato y dolor.
Estratos más bajos: las más vulnerables
De acuerdo con el informe anual que difundió en octubre la Red de Mujeres Constructoras de Paz, titulado “Mujeres que resisten: El alto precio de la desigualdad”, la emergencia humanitaria compleja (EHC) afecta “de desproporcionada a las mujeres de estratos bajos”, lo que las ha expuesto a severas repercusiones, principalmente en la salud y educación.
El texto reveló que el 53 % de las mujeres consultadas en 17 estados del país ha sufrido violencia obstétrica durante el parto. Añade que esta cifra puede aumentar al 60 % en mujeres de estratos bajos.
Este tipo de violencia, a diferencia de otras, se produce dentro del sistema de salud y es perpetrado por el personal médico, ese que, en teoría, debería proteger y cuidar a todas las personas. Sin embargo, en la práctica, muchas mujeres enfrentan la discriminación por género en uno de los momentos más vulnerables, durante sus partos.
La violencia obstétrica o ginecobstétrica incurre en el maltrato, negligencia y abusos que están “normalizados”, muy a pesar de que pueden marcar la vida entera de las madres y, en consecuencia, la de sus hijos.
Profundas secuelas emocionales
Magdymar León, psicóloga clínica y coordinadora general de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa), señaló que sufrir de violencia obstétrica puede dejar profundas secuelas emocionales y psicológicas.
Esas secuelas, explicó León, pueden incluir síntomas de ansiedad, depresión, estrés postraumático e incluso una sensación de desconfianza hacia el sistema de salud. “Además, este trauma puede influir en el vínculo temprano entre la madre y el/la bebé, ya que una experiencia de parto violento puede generar sentimientos de impotencia, miedo y hasta culpa, afectando su capacidad de disfrutar plenamente de la maternidad y el contacto con su hijo o hija”.
“La relación madre-bebé puede verse impactada cuando la madre está emocionalmente lastimada o asustada, ya que puede tener dificultades para conectar emocionalmente o puede reactivar la experiencia traumática al recordar el momento del parto”, detalló la especialista.
Para poder procesar una experiencia tan dolorosa como esta, Magdymar León considera que la terapia es fundamental. Desde la psicología feminista, explicó, la atención psicológica “debe enfocarse en validar y acompañar las emociones de la madre, ofreciéndole un espacio seguro donde pueda expresar sus miedos, enojos y dudas”.
Para aquellas mujeres que viven en condiciones de pobreza, existen algunos centros de salud públicos, ONG y organizaciones feministas que ofrecen apoyo psicológico gratuito o de bajo costo. En Avesa disponen de esa atención psicológica gratuita en formato presencial y virtual.
La crisis ha exacerbado la violencia obstétrica
En el caso de Venezuela, este tipo de violencia no está asociada únicamente al accionar del personal en contra de las mujeres, sino que también se vincula con la violencia institucional, producto de la precariedad del sistema de salud pública, que sufre de carencias de insumos, medicamentos, personal y fallas de infraestructura.
“Estos déficit afectan de manera desproporcionada a las mujeres de estratos bajos, quienes son más propensas a dar a luz en condiciones adversas y a sufrir maltratos durante el proceso”, reveló el informe de la Red de Mujeres Constructoras de Paz.
Lo que resulta paradójico es que el concepto de violencia obstétrica haya nacido justamente en Venezuela. El mismo está tipificado en el artículo 15 de la Ley Orgánica sobre el derecho de la Mujer a una Vida Libre de Violencia redactada en 2007. Es la primera legislación de toda la región en mencionar este tipo de violencia de género.
Los efectos de la crisis han exacerbado la violencia obstétrica. El informe de la Red señaló que las mujeres que han tenido hijos desde 2016 tienen un 32% más de probabilidades de haber sufrido violencia obstétrica que aquellas que dieron a luz antes del 2000.
Además de la crisis, la falta de justicia también ampara los actos de violencia y discriminación contra las venezolanas en el ámbito del embarazo, parto y posparto.
En noviembre de 2023, la Corte Interamericana de Derechos Humanos falló contra Venezuela en un caso de violencia obstétrica. En la decisión responsabilizó al Estado por las violaciones al derecho a la salud, integridad personal, garantías judiciales y protección judicial así como a la Convención para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer. Aunque el hecho denunciado ocurrió en un centro privado, el análisis del caso determinó que la respuesta estatal estuvo plagada de irregularidades que derivaron en que prescribieran los delitos denunciados.
*Nombre cambiado a solicitud de la entrevistada por motivos de seguridad.
Nota original publicada en Runrun.es, publicada con permiso del medio en Redsonadoras.com.