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Sin acceso, sin educación, sin voz: la deuda con la salud menstrual en Venezuela

El 28 de mayo se conmemora el Día de la Salud Menstrual, una fecha establecida por la Organización de las Naciones Unidas para visibilizar las barreras estructurales que enfrentan millones de personas menstruantes que dificultan vivir de forma digna y segura la gestión menstrual


En Venezuela, menstruar sigue siendo un desafío marcado por la desigualdad. Lejos de ser solo un proceso biológico, la menstruación representa un reto mensual para millones de mujeres y personas menstruantes en el país, afectadas por la pobreza, la escasez de productos de gestión, la desinformación y los prejuicios sociales.

En el marco del Día de la Menstruación Digna, también conocido como Día de la Salud Menstrual —establecido por la ONU para visibilizar esta problemática—, se vuelve necesario subrayar las barreras estructurales que lo hacen difícil y así comprender en contextos de crisis compleja, como en Venezuela, la dimensión más amplia que recoge el término gestión menstrual, que abarca todas las herramientas e información que las mujeres y personas menstruantes deben tener a disposición para experimentar este proceso.

Pensar desde el concepto “gestión menstrual” marca diferencias con el concepto “higiene menstrual” porque mientras este refiere a un conjunto de prácticas y cuidados higiénicos de la menstruación, la gestión menstrual incluye aspectos como disponibilidad de productos (tampones, toallas sanitarias, copas menstruales y/o cualquier otro con la función de contener el sangrado); acceso a agua potable, instalaciones sanitarias, educación y salud menstrual libre de estigma y prejuicios. La gestión menstrual incorpora un enfoque socioeconómico, educativo, de garantía de derechos, acceso a oportunidades, sostenibilidad y gestión ambiental. 

Según el informe 2024 de la Red de Mujeres Constructoras de Paz, titulado “Mujeres que resisten: el alto precio de la desigualdad”, 34 % de las mujeres encuestadas en 16 estados del país ha tenido que ausentarse de su trabajo o estudios durante la menstruación. Las razones van desde la falta de recursos para adquirir productos menstruales, hasta el dolor físico o la carencia de condiciones básicas como agua potable.

En zonas del país donde la pobreza y la exclusión social son más marcadas, la gestión menstrual se vuelve aún más complicada. Marianicer Celina Figueroa Agreda, psicóloga, doctora en innovación educativa y educadora menstrual, advierte que el acceso a productos de gestión menstrual en estas comunidades es cada vez más limitado, lo que puede traer consecuencias “devastadoras”.

Muchas mujeres, ante la imposibilidad de adquirir productos adecuados, se ven obligadas a recurrir a métodos caseros durante su periodo. Figueroa, quien también dirige la Escuela de Bienestar Integrativo de la Mujer, cita un estudio de Acción Solidaria que revela el uso frecuente de materiales como “trapitos viejos, franelas, telas o sacos”. En contextos con escaso acceso al agua potable, mantener estos métodos en condiciones higiénicas adecuadas resulta casi imposible.

“Esto las expone a un sinfín de infecciones urinarias, vaginales, candidiasis”, señala Figueroa. La encuesta incluso documenta el uso de cartones de huevo por parte de algunas mujeres como método improvisado para contener el sangrado.

Más allá del impacto físico, las consecuencias emocionales y sociales también son profundas. “La situación afecta la autoestima y el bienestar emocional. Muchas niñas dejan de ir a la escuela durante su menstruación, y hay mujeres que se aíslan de entornos laborales y familiares”, advierte Figueroa.

El mismo estudio de Acción Solidaria, del año 2022, detalla que una de cada cuatro mujeres en Venezuela no cuenta nunca o solo algunas veces con toallas sanitarias desechables en su hogar. En el caso de otros productos menstruales, como toallas reutilizables, copas menstruales o tampones, la cifra es aún más alarmante: tres de cada cinco mujeres no tienen acceso regular a estos insumos.

La falta de información también representa una barrera importante. América Villegas, directora de la iniciativa Parir Por Placer, señala que hay muy poco conocimiento sobre productos como copas menstruales, pantis menstruales, discos o toallas reutilizables. “Tampoco es una información que esté masificada, y son productos que requieren aprendizaje para su uso”, explica.

Villegas cuenta que desde su organización elaboran toallas de tela para la venta, pero su aceptación aún es limitada. “No se venden mucho por los prejuicios. Algunas personas lo asocian con el pasado: ‘eso era lo que usaba mi abuela’, dicen. Se percibe como un retroceso, o como algo sin estatus simbólico”, añade.

Barreras políticas, sociales y culturales

La crisis económica, social y política que atraviesa Venezuela ha profundizado las desigualdades estructurales que afectan de manera particular a las mujeres y personas menstruantes. Así lo advierte Suzany González Zambrano, abogada y directora ejecutiva del Centro de Estudios de Derechos Sexuales y Reproductivos (CEDESEX).

“Existe un gran estigma asociado a la menstruación. Es un tema del que se habla poco, tanto en el ámbito formal —como las escuelas— como en la sociedad en general. Hablar de menstruación está casi prohibido. Incluso entregar un producto para la gestión menstrual puede ser visto como algo inapropiado o vergonzoso”, afirmó González.

La falta de educación científica e integral sobre la menstruación, sumada al silencio social y a los prejuicios culturales, limita seriamente el ejercicio del derecho a una salud menstrual digna, segura e informada.

“Hay demasiados mitos y creencias que atraviesan la menstruación. El desconocimiento impide que las personas menstruantes puedan gestionar su ciclo de forma adecuada y acceder plenamente a sus derechos”, sentenció. 

La menstruación sigue siendo un tema invisibilizado en Venezuela, incluso desde las instituciones del Estado. Así lo señala González Zambrano y advierte que este tema no forma parte de las prioridades políticas ni legislativas del país.

“La salud menstrual no está presente en el discurso político, no se incluye en las propuestas legislativas ni se discute en términos de políticas públicas. No se aborda desde un enfoque de derechos, y tampoco existen planes oficiales que garanticen el acceso a productos de gestión menstrual”, subraya González.

Aunque el Ministerio de Educación contempla algunos contenidos relacionados en su programa de educación integral de la sexualidad, González aclara que no se enseña de manera generalizada ni equitativa en todo el país. Esto contribuye a perpetuar la desinformación y el estigma.

“Este vacío alimenta un ambiente de absoluto silencio y fortalece las falsas creencias que rodean la menstruación. Es urgente sacar este tema de la oscuridad y garantizar el acceso a información certera, adecuada y libre de prejuicios”, afirmó.

González también enfatiza la importancia de hablar de menstruación desde edades tempranas. “No hay que esperar a la menarquia —la primera menstruación— para comenzar a informar a las niñas. La educación menstrual debe ser progresiva, respetuosa y adaptada a cada etapa del desarrollo”, dijo. 

Para América Villegas, de la iniciativa Parir con Placer, la forma en que la sociedad aborda la menstruación sigue profundamente influenciada por el patriarcado, que históricamente ha limitado a las mujeres a su rol reproductivo. Esta visión ha impedido que la menstruación se reconozca como una cuestión de derechos humanos y de equidad de género.

“La menstruación no es solo un proceso biológico o fisiológico, también es un tema social. Afecta el acceso a la educación, al trabajo y a la salud. Cuando hablamos de esto, hablamos de derechos sexuales y reproductivos. Todas las personas deberían poder vivir su menstruación con dignidad, acceder a los recursos necesarios para gestionarla, y entender lo que ocurre en sus cuerpos sin barreras ni discriminación”, señala Villegas.

También sostiene que se trata de un asunto de equidad de género, ya que es indispensable romper con los estigmas, desmontar estereotipos y promover políticas públicas que garanticen una educación adecuada y el acceso a productos menstruales que respondan a las necesidades de cada cuerpo.

Esta perspectiva es compartida por Marianicer Figueroa Agreda, psicóloga y educadora menstrual, quien afirma que la menstruación está íntimamente ligada a la dignidad humana y a la salud emocional.

“Los tabúes y el estigma en torno a la menstruación, la falta de acceso a productos adecuados, la carencia de instalaciones dignas para la gestión menstrual y la ausencia de programas educativos generan exclusión social, discriminación y vulneran derechos fundamentales como la educación y el trabajo”, advierte Figueroa.

Ambas expertas coinciden en que millones de mujeres y niñas enfrentan estas barreras mes a mes. Superarlas no es solo una cuestión de salud: es una deuda pendiente con la igualdad y la justicia social.

Iniciativas comunitarias buscan garantizar la salud menstrual en Venezuela

En medio de un contexto marcado por la precariedad económica y la falta de políticas públicas en materia de salud menstrual, diversas organizaciones feministas en Venezuela han asumido la tarea de visibilizar la problemática y brindar apoyo directo a las comunidades más vulnerables. Entre ellas destacan el Centro de Estudios de Derechos Sexuales y Reproductivos (CEDESEX), la iniciativa Parir por Placer y la colectiva Uquira.

Desde CEDESEX, su directora ejecutiva, Suzany González Zambrano, explica que han desarrollado iniciativas en comunidades de Caracas y Miranda, con presencia permanente, centradas en el acceso y la educación menstrual. “Trabajamos la salud menstrual desde un enfoque de derechos humanos. Abordamos la menstruación como un proceso natural, biológico y poderoso de los cuerpos de las mujeres, niñas y personas menstruantes”, señala.

En estas actividades, CEDESEX distribuye toallas sanitarias, copas menstruales y productos reutilizables acompañados de material educativo. Cada entrega está vinculada a procesos de sensibilización, donde se abordan los ciclos menstruales desde un enfoque científico e integral.

Por su parte, Parir por Placer ha desarrollado talleres comunitarios que abordan los ciclos menstruales y desmontan mitos alrededor del tema. También distribuyen productos de gestión menstrual y han diseñado la primera agenda menstrual del país, una herramienta pedagógica que permite rastrear el ciclo menstrual y educar sobre los cambios del cuerpo. Además, elaboran y comercializan toallas de tela reutilizables, lo que les permite autofinanciar donaciones a mujeres en situación de vulnerabilidad.

Otra organización que ha incorporado la salud menstrual en su agenda es Uquira, una colectiva feminista interseccional que trabaja especialmente con personas trans y no binarias, una población que enfrenta barreras aún mayores.

“No solo donamos kits menstruales; también ofrecemos espacios seguros donde estas personas pueden hablar de sus experiencias sin prejuicios”, explica Nohelia Urbina, integrante de la colectiva. Urbina advierte que la experiencia de menstruar en este contexto “puede ser muy dura” y representa una constante vulneración de los derechos sexuales y reproductivos, especialmente para hombres trans y personas no binarias.

“Si las mujeres cis enfrentan dificultades para acceder a productos de gestión menstrual o servicios de salud, las personas trans enfrentan aún más obstáculos: estigmas, desinformación y discriminación, lo que muchas veces las aleja del sistema de salud”, apunta.

Además, muchas de estas personas enfrentan el desempleo y la falta de ingresos como una barrera estructural. “Sin recursos económicos no es posible acceder de forma constante a productos adecuados. Esto incrementa el uso de alternativas inseguras como papel higiénico o paños, lo que eleva el riesgo de infecciones y complicaciones ginecológicas”, advierte.

En ausencia de políticas estatales efectivas, estas organizaciones sostienen con esfuerzo propio una red de apoyo que intenta responder a una necesidad básica: gestionar la menstruación con dignidad.

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