Datos con perspectiva brecha de género Julett Pineda

Acompañarnos en la incertidumbre

Ante el miedo y la incertidumbre generados tras las elecciones presidenciales de 2024, las venezolanas y los venezolanos se apoyan en sus redes más cercanas, en persona o vía mensajería, mientras los servicios de atención psicológica se adaptan para responder a la crisis

Cuando Ana* llegó a su casa la noche del 28 de julio de 2024, estaba tan agotada y consternada que solo quiso dormir. Había dedicado todo el día a cumplir con su labor como miembro de mesa en su centro de votación, en el estado Portuguesa, durante la elección presidencial de Venezuela. Al despertar al día siguiente y ver el conflicto que se generó tras el anuncio del primer boletín del Consejo Nacional Electoral (CNE), sintió mucho miedo por ella y por quienes también trabajaron ese domingo.

Ana vive sola: toda su familia está fuera del país. Por eso no pudo encontrar apoyo físico en sus seres más queridos. Tampoco quiso contarles muchos detalles para no angustiarlos ni exponerlos. Desde entonces, su refugio han sido sus amigos, con quienes conversa a diario a través de un grupo en una aplicación de mensajería.

“Aunque yo esté padeciendo de toda esta incertidumbre y miedo, y todo lo que conlleva ver cómo están persiguiendo personas en el estado donde vivo, y personas que estaban trabajando conmigo en estas elecciones, he buscado la forma de ser contención para otros. En situaciones como esta, en situaciones difíciles, busco ser de ayuda para los demás. Eso me ayuda muchísimo a drenar, a despejar la mente, a entender y a ver la situación desde otra perspectiva”, dice.

Cada día, los integrantes de su grupo se saludan y se preguntan cómo están ellos y sus familias. Después, cada uno va a su trabajo o a cumplir sus obligaciones. Cuando se desocupan en la tarde-noche, vuelven a hablar. Aunque saben que no todos quieren participar en las conversaciones, se aseguran de que los demás sepan que ellos están ahí para escucharse y apoyarse.

“Nos recomendamos alguna serie, alguna película, algún libro o hablamos de trivialidades del día. Buscamos no enfocarnos tanto en lo que está pasando. De por sí es bastante complejo vivirlo y sentirlo como para estar constantemente revolcándonos en el dolor”, añade. “Hay un grupito que sale a pasear en bicicleta, otros se refugian en la música o juegan videojuegos a una hora específica para tener un punto de encuentro”.

Sentir miedo o ansiedad es común en situaciones de crisis. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las situaciones de emergencia pueden causar alguna forma de malestar psíquico a la mayoría de las personas. Ese malestar puede manifestarse, además de ansiedad, como tristeza, desesperación, trastornos del sueño, cansancio, irritabilidad o ira y/o dolor. 

Venezuela no escapa a esa realidad

“Hemos perdido la tranquilidad. Estamos doliendo, estamos haciendo ese duelo de lo que teníamos y de las ilusiones, porque también se duelan las ilusiones, los sueños y la tranquilidad”, afirma Natalia*, una psicóloga coordinadora de una línea de primeros auxilios psicológicos, la cual forma parte de un servicio de atención gratuito y confidencial.

En el caso venezolano, muchas personas —como Ana— buscan la manera de apoyarse en sus círculos más cercanos: entre familiares, amigos, parejas y colegas. Mientras tanto, las organizaciones que brindan asistencia psicológica también se han adaptado para mantener, y en algunos casos ampliar, la atención en momentos de incertidumbre.

La línea de emergencia que Natalia coordina se activó durante las protestas de 2017, en los períodos más rudos de la pandemia de covid-19 (2020) y para atender a las víctimas y personal de primera línea de las inundaciones y deslaves en Las Tejerías (2022) y en Cumanacoa (2024). Ahora, en este período postelectoral, decidieron “mutar” la línea y mantenerla abierta para el manejo emocional de la crisis.

Desde el 28 de julio, tanto la línea que ella coordina como el Servicio de Atención Psicológica de la organización no gubernamental Cecodap —que atiende principalmente a niños, niñas y adolescentes— reportan que los principales motivos de consulta son la incertidumbre y el contexto del país a raíz de la elección.

“No hay prácticamente ninguna llamada que haga referencia a los resultados o lo que está pasando en concreto con lo electoral, sino a la incertidumbre. Ese es el motivo fundamental, en distintas dimensiones o en distintas magnitudes. Cómo manejo este tiempo en el que no sé qué va a pasar”, agrega Natalia.

Sensación de malestar, miedo, desesperanza, tensión en el hogar, alteraciones del estado de ánimo, síntomas depresivos o ansiosos, dificultades para dormir, hiperconexión, tristeza y pensamientos catastróficos son algunas de las consecuencias de la incertidumbre actual según los servicios de atención, y afectan tanto a niños, niñas y adolescentes como a personas adultas.

“Hemos identificado cómo la exposición a escenas de violencia, bien sea porque existen situaciones de represión cerca de su comunidad, porque han presenciado allanamientos o porque han estado expuestos a la conflictividad de este período, han producido un enorme malestar, miedo y ansiedad, entre otras reacciones. Para aquellas personas que tienen presente en su memoria los eventos de 2017 también existe una suerte de efecto postraumático”, explica Abel Saraiba, coordinador del Servicio de Atención Psicológica de Cecodap, que pudo mantener la asistencia pese a las dificultades operativas de los primeros días de tensión.

Su opinión como experto coincide con el testimonio de Rafael*, quien vive al oeste de Caracas, en una “zona caliente” donde ha visto enfrentamientos y el paso constante de personas armadas. Estas escenas han incrementado su ya existente ansiedad, por lo cual trata de buscar apoyo en su círculo íntimo y cultivar su paciencia.

“Acudo a las personas cercanas a mí. Yo me refugio en mi pareja y trato de calmar la mente un poquito con contenido banal, al ver videos en YouTube y leer otras cosas por Internet”, señala Rafael.

Entre la vulnerabilidad y la resiliencia

La población de Venezuela vive entre la vulnerabilidad, la adaptabilidad y la esperanza. Según la edición 2024 de Psicodata, un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) para evaluar las características psicosociales en el país, nueve de cada diez venezolanos presentan algún grado de vulnerabilidad.

Sin embargo, a pesar de estar expuestos al estrés por distintos motivos (económicos, de salud, personales, políticos y sociales), los venezolanos y venezolanas también son resilientes: 75% de la población tiene una capacidad moderada para adaptarse a entornos hostiles y adversos.

Para afrontar las situaciones difíciles o estresantes, algunos venezolanos se autoinculpan, otros recurren a la negación o al desahogo, mientras que muchos buscan el lado positivo de lo que ocurre y utilizan el recurso del humor: buscan el lado divertido.

El estudio, presentado apenas tres semanas y media antes de la elección presidencial, destaca que en Venezuela predomina un ambiente o clima social de miedo y ansiedad (54%) y de hostilidad (50%), pero también de esperanza (76%) y de solidaridad (60%).

Cuando existe algún problema, las personas en Venezuela sienten que han tenido apoyo de sus familias (87,8%), amigos (72,8%) y vecinos (58,4%). También refieren apoyo de organizaciones religiosas, compañeros de trabajo y otras organizaciones e instituciones educativas, sociales, culturales y deportivas.

En tiempos de crisis es común escuchar entre los especialistas en salud mental el término de redes de apoyo: en quiénes nos sostenemos en momentos difíciles. Un ejemplo es la Red de Periodistas Venezolanas (RDPV) —pensada para impulsar el periodismo feminista y para conectar a las participantes sobre ideas y oportunidades—, cuyo chat grupal en ocasiones se convierte en un espacio terapéutico para expresar emociones y sentimientos.

A una semana de la elección, una de las integrantes compartió una técnica que le había ayudado a sentirse mejor: escribir agradecimientos. En segundos, esta acción se extendió a las demás participantes y desencadenó una serie de mensajes de gratitud, una dinámica que conmovió, ayudó y enorgulleció a toda la Red.

“Cuando leo y escucho los miedos, preocupaciones, angustias y rabia de las demás, no solo pongo en perspectiva mis propias emociones, sino que también me siento parte de un grupo, de una comunidad. Aquí compartimos los dolores, pero también las alegrías. Aquí entendemos que lo que nos pasa no es personal, sino político”, manifiesta  Estefanía Reyes, cofundadora de la Red de Periodistas Venezolanas. “Las circunstancias nos han roto a todas, pero aquí nos lamemos las heridas y nos volvemos a armar para resistir un día más”.

Para María Laura Chang, impulsora de la Red y mujer migrante, formar parte del grupo y leer los mensajes de las demás le ha ayudado a sentirse acompañada, a validar sus preocupaciones y sensaciones, a evitar que sus nervios aumenten y a sentir satisfacción por la utilidad del espacio.

“He intentado traer a la Red los aprendizajes que me ha dado formar parte de otros espacios feministas y uno de esos aprendizajes tiene justamente que ver con el acompañamiento, con comprender lo que nos interpela y lograr un lugar seguro para que la que quiera se pueda expresar sin sentirse juzgada, ninguneada o menospreciada. En la red intentamos que la voz de cada una se haga sentir, y esas voces no están todo el tiempo en su ‘peak’ (al máximo). A veces llegamos a sitios densos, tristes, y para poder demostrar nuestra vulnerabilidad frente a otras se necesita también mucha valentía, mucho coraje y muchas ganas de convivir de una forma menos hostil”, asegura Chang.

El creciente temor a la persecución por lo expresado en público o en aplicaciones y redes sociales amenaza el alcance de las redes de apoyo. Algunas personas pusieron sus cuentas privadas, cambiaron de nombre o dejaron de escribir en sus redes personales. Ese miedo sigue empujando a muchos venezolanos y venezolanas al silencio, como el caso del chat administrado por Luis*, que agrupa a personas con una condición crónica de salud.

A través del chat escribían cada vez que había fallas con la entrega de medicamentos de parte del Estado, o cuando necesitaban ayuda para conseguir algún tratamiento. Desde que las autoridades del país llamaron a sus seguidores a desinstalar la aplicación WhatsApp, y tras las denuncias de revisión de celulares por parte de los cuerpos de seguridad en las calles, Luis afirma que existe “un miedo enorme” que ha llevado a muchos a autocensurarse y dejar de hablar ciertos temas.

A pesar de ello, él todavía envía mensajes de calma, de fe y de esperanza, así como algunas herramientas que les puedan servir para disminuir el estrés, siempre destacando la necesidad de resguardarse.

“Debemos tratar de drenar lo que haya que drenar y alimentar lo que tengamos que alimentar, en sentido mental y físico, porque nos pueden venir momentos duros para los que tenemos que estar preparados, manteniendo la fortaleza. Yo trato en lo posible de apoyar a las personas. Esa ayuda me nutre y me hace sentir útil para los demás”, comenta.

Para Natalia, la coordinadora de una de las líneas de atención psicológica, un factor importante a considerar es cómo apoyarnos cuando nuestras redes de apoyo más inmediatas también están impactadas por la situación. Algunas personas deciden que no quieren llamar a sus amigos “para no cargarlos más”, e incluso sienten que una interacción en una red social les incrementa su ansiedad.

Según la experta, la clave está en entender que se trata de un trabajo solidario y de discernimiento, que consiste en avisar cuándo estamos afectados, y no podemos hacer algo, o cuándo necesitamos que nos acompañen. En resumen: reconocer nuestra emoción, anunciarla y solicitar el apoyo.

“Usar proactivamente las redes de apoyo significa anunciar por qué los necesito hoy. Eso da pie a que mañana pueda ser al revés si un ser querido está en la misma situación. Con eso no quiero decir que la incertidumbre se siente un día sí y otro no, sino que no se siente igual todos los días y podemos acompañarnos en ese sentido, porque el objetivo de las redes de apoyo es acompañar”, indica la especialista.

El autocuidado y las redes de apoyo

En Caracas, José Peña también sintió tristeza el 29 de julio. Está casado, tiene un trabajo y un hijo de 4 años, por lo que intenta mantenerse en calma.

“Necesito autorregularme sí o sí”, se repite desde ese día. Se desahoga al hablar sobre la situación actual con su esposa, quien además se refugia en sus pasatiempos cuando termina su jornada laboral. Aunque se apoya en su familia, él siente que no siempre muestra su frustración, pues su hijo todavía es muy pequeño y considera que si él no está bien, su hijo tampoco estará bien.

El psicólogo Abel Saraiba —cuyo trabajo se enfoca principalmente en niños, niñas y adolescentes—, recomienda hacer énfasis en el autocuidado de los padres y madres que quieren ser de apoyo para sus familias. Según el psicólogo, convertirse en un apoyo implica primero identificar las emociones que están presentando los padres, qué estrategias tienen y qué medidas pueden implementar para el manejo del estrés, uno de los grandes disparadores de reacciones hostiles.

“Requiere que podamos mantener una comunicación abierta y fluida, incluso pudiendo reconocer con nuestros hijos cómo nos sentimos y cuál es nuestro propio estado emocional para poder comprender y conectar con el estado emocional de nuestros hijos. A veces los padres quieren dar la impresión de que siempre son fuertes y que tienen todo bajo control y no logran transmitir verbalmente que tienen miedo y están preocupados y terminan por actuar este tipo de sentimientos desde el lugar de la rabia”, expresa.

Para que las personas puedan fortalecer sus capacidades y gestión emocional, aconseja realizar acciones que produzcan bienestar o sensaciones agradables.

“Es posible que tendamos a pensar que no es tiempo para comer algo que nos guste, para ver una película o meditar, y resulta que estos elementos son de gran importancia. Si bien el autocuidado en sí mismo no va a resolver la conflictividad plena del país, sí nos permite mitigar los efectos perjudiciales que puede tener una situación de crisis”, añade.

Otros consejos para el autocuidado:

  • Crear una rutina. Esto permite que a pesar del caos externo, consigamos regular nuestra cotidianidad, que no perdamos por completo la sensación de control y que podamos tener garantizados los momentos y espacios para prácticas que son fundamentales como comer, dormir, recrearse y trabajar, entre otras. Es importante cumplir con el horario de sueño, comer en horas fijas y no descuidar la higiene personal.
  • Identificar qué cosas sí podemos controlar: controlar o regular el uso del teléfono, el tiempo que pasamos frente a la televisión o en internet, la cantidad de noticias que consumimos.
  • Informarnos pero con límites. No alejarnos del todo de las noticias, pero sí administrar cuánta información procesamos. Con esto podemos evitar que nuestra ansiedad y nuestra angustia crezcan.
  • Centrarnos en el ahora. Cuando nos planteamos cosas que están fuera de nuestras esferas personales, entramos en territorio incierto y podemos alimentar nuestra ansiedad. El recurso de preguntarnos sobre el ahora, qué sí puedo hacer y qué sí puedo controlar, puede dar una sensación de dominio. “Ubicarnos en el tiempo real y en lo que sí podemos decidir nos cuida y evita que la incertidumbre crezca y haga estragos”, dice Natalia*.
  • Ser amables, compasivos y pacientes con nosotros mismos.
  • Practicar un hobby, un ejercicio o escuchar música.
  • Realizar técnicas de relajación o meditación. También se puede cultivar la vida espiritual.

Más consejos para hablar con hijos e hijas:

  • Identificar el momento del desarrollo en el que se encuentra su hijo o hija. La información tiene que ir adecuada al contexto, la edad, la capacidad de comprender del niño, niña o adolescente. “Si tengo un hijo pequeño, por supuesto que va a requerir de una mayor cantidad de cuidado en términos de cosas que hacer más que decir, y a medida que va creciendo la parte del lenguaje tiene más fuerza. Cada etapa tiene requerimientos específicos”, explica Saraiba.
  • Es clave preguntarles a sus hijos qué piensan y qué saben de lo que está pasando. A partir de lo que piensan y saben, pueden completar la información que falte, rectificar aquellas que tengan distorsiones o validar si la percepción que tienen es acertada.
  • No proporcionar volúmenes de información mucho mayores a los que el niño está requiriendo, sobre todo en términos de no generar mayor cantidad de angustia o malestar.
  • Abordar el contexto entendiendo que las manifestaciones y la conflictividad social pueden venir asociadas a riesgos para la integridad personal.

Dice Saraiba: “Pudiéramos tratar de no decir nada y crear una ficción de que todo está perfecto y de pronto a las puertas de nuestra casa se forma alguna manifestación o represión, y no estar preparado para entender que estos son escenarios posibles puede conducir a un mayor impacto emocional o situaciones de riesgo. A los niños hay que darles información, contención y prepararlos para situaciones difíciles teniendo en cuenta estas variables”.

*Nombres cambiados a solicitud de los entrevistados por motivos de seguridad. 

Redacción: Mariana Souquett.

Ilustración: Betania Díaz.

Nota original publicada en Historias Que Laten publicada con permiso del medio en Redsonadoras.com.

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