El racismo se originó en la época de la colonización y sigue vigente, aunque algunos traten de negarlo. En el país, está presente en la representación cultural y las desigualdades sociales.
“Tú sí eres una negra bonita”.
“Tienes que mejorar la raza”.
“Péinate”.
“Mis nietos serán monitos como tú”.
Estas frases, que algunos asumen como inofensivas, esconden una realidad de la que poco se habla: del racismo en Venezuela. Es estructural, visible y cotidiano, sobre todo para quien lo padece, y está normalizado para quien lo ejerce o ignora la profundidad del problema.
En el país, además, hay un discurso que disfraza el racismo con el clasismo, o lo justifica como “un chiste”.
El racismo es un fenómeno sociopolítico, sociohistórico, producto de una cantidad de experiencias, imágenes, representaciones de ideas alojadas en la conciencia colectiva y que se transforman en acciones concretas, explica Dalai Urbina, profesor de la Universidad Central de Venezuela y del Centro de Saberes Africanos, Americanos y Caribeños.
“Es un fenómeno que nace y se reproduce en la mente, y se transforma en acciones concretas. Tiene una parte tangible y una parte intangible”, dice y agrega que “se trata de una serie de barreras que impiden o generan obstáculos añadidos a las poblaciones racializadas”.
La discriminación racial en Venezuela, advierte la historiadora feminista Niyireé Baptista, tiene sus orígenes en el proceso de colonización y conquista. “Es allí, con la llegada de los españoles a lo que hoy es América, donde comienza el comercio de personas provenientes de lo que actualmente es el continente de África”.
La experta describe que la sociedad española se cimentó como un sistema de castas, en el que el esclavo ocupaba el lugar más bajo de la pirámide. “Sobre esta relación de jerarquía se tejieron una serie de prejuicios como, por ejemplo, que las personas negras no tenían alma, que eran brutas, que se merecían el trabajo de esclavos; algo parecido a lo que pasó con las personas indígenas”.
Esa discriminación racial se impregnó en toda la sociedad, razón por la cual el racismo persiste en el país. “Es un racismo velado, pero sigue existiendo en nuestras formas de expresarnos; la mentalidad colonialista se extendió incluso después de la independencia. Por ejemplo, en Venezuela cuando pensamos en esclavos inmediatamente nos vamos al color de piel”, afirma.
Agrega que el clasismo —entendido como apoyar las diferencias de clase y la discriminación por ese motivo— tiene un origen étnico. Plantea que una vez que se abolió la esclavitud, las personas negras, así como los indígenas, pasaron a vivir en condiciones de desigualdad e históricamente les ha sido más difícil el acceso a la educación, el empleo, la vivienda, entre otros.
Baptista refiere algunas frases cotidianas que tienen intrínseca esa mentalidad. “La gente dice: ‘es que me negrearon’, o sea, que los trataron como negros de manera despectiva, o ‘somos café con leche’ y ‘hay que mejorar la raza’, porque en la Colonia era muy importante la pureza de la sangre asociada a la nobleza, la honorabilidad”, y la aspiración era que una persona negra se juntara con una persona de un color de piel más claro, para “blanquear” su descendencia.
Sobre el tema, la activista Luzgermary Moreno cuenta cómo el padre de una expareja solía «bromear» con que los hijos de ambos sería «monitos» como ella.
Las fuentes consultadas coinciden que esta realidad de discriminación incide directamente en la dificultad de algunas personas de autopercibirse como afrodescendientes, sus raíces y costumbres ancestrales, y que, incluso, se presente el endorracismo o rechazo racial dentro de un mismo grupo étnico.
En Venezuela, de acuerdo con los resultados del último censo poblacional publicado en 2011 por el Instituto Nacional de Estadística, en la pregunta sobre el autorreconocimiento étnico el 2,9 % dijo ser negra/negro, 0,7 % respondió que se identificaba como afrodescendiente y 51,9 % como morena/moreno.
Representación cultural
El racismo en Venezuela está en todo, insiste la politóloga venezolana Johanna Monagreda, radicada en Brasil, quien pone de ejemplo el contenido que muestra la televisión local.
“Cuando tú ves las novelas, la protagonista, la gran mayoría de las veces, quien es digna de tener una historia contada, es una mujer blanca, un hombre blanco, una familia blanca. Cuando hay personajes negros o indígenas, casi siempre son incluidos a partir de una imagen estereotipada o a partir de la subalternidad o para reproducir imágenes de opresión y de desigualdad, casi siempre tienen trabajos menos valorizados o están en situación de marginalidad, son los malandros o los malos de la historia”, dice.
“La negritud venezolana no es bonita”, dijo, en 1997, Osmel Sousa, entonces presidente de la organización Miss Venezuela y conocido como “el zar de la belleza” en el país. La frase la completó con risas y diciendo que sentía envidia cuando viajaba a Colombia y veía “negras bellas”.
En Venezuela, la cultura de los concursos de belleza está insertada desde hace décadas. El Miss Venezuela comenzó en 1952, pero fue hasta 1998, un año después de las declaraciones de Sousa, cuando fue coronada por primera vez una mujer negra, la modelo Carolina Indriago. En más de 50 años de historia del concurso, sólo cinco mujeres negras han sido las ganadoras del certamen.
El racismo y su afectación diferenciada
La interseccionalidad —un concepto que la abogada afroestadounidense Kimberlé Crenshaw acuñó en 1989— es el estudio de las identidades sociales que se intersectan y sus respectivos sistemas de opresión, dominación o discriminación.
Tomando en cuenta este enfoque, la antropóloga y socióloga Gladys Obelmejías afirma que “las mujeres afro son los sujetos más discriminados en el patriarcado, por su género y por su etnia”.
La experta advierte que el origen de esta discriminación, de nuevo, está en la época colonial, en el que a las mujeres negras “se les otorgó el rol de reproductoras de la esclavitud”, sin contar que era quienes debían ocuparse de los hijos de sus amos por encima del cuidado de sus propios hijos.
Obelmejías agrega que “la hipersexualización de la mujer afro es un elemento de explotación en la actualidad”. Advierte, además, que la colonialidad de la mente se ha nutrido del patriarcado en muchos sentidos, asignándole a las mujeres afro, negras y morenas contenidos de “objetivación utilitarista”.
“Hay mucha sexualización del cuerpo negro. Me pasó fuera del país que era algo exótico mi color de piel y eso estaba relacionado siempre a lo sexual. Entendí que también es una forma de racismo, en la cual los cuerpos negros son cuerpos salvajes, utilizados para el placer”, señala la politóloga y activista Suhey Ochoa.
¿Qué hacer ante el racismo?
Dalai Urbina considera acertadas algunas de las medidas tomadas por el Estado venezolano ante el racismo, como la creación de instituciones que aborden a las poblaciones racializadas o la modernización de las leyes que amparan a las personas víctimas de este fenómeno.
Sin embargo, advierte que aún hay mucho trabajo por delante, como hacer valer los mecanismos institucionales de denuncia, la realización de campañas de concienciación y la transformación del currículo escolar para incorporar estos temas desde edad temprana, entre otros.
Agrega que el Estado también debe impulsar y reconocer que a nivel nacional e internacional tiene una posibilidad de mejorar, generando indicadores, ya que a través de la medición se pueden abordar estos temas de forma más precisa y eso permitiría el intercambio de buenas prácticas con otros países.
Johanna Monagreda coincide en que la escuela debe ser un foco importante para el Estado en cuanto a futuras políticas públicas que combatan el racismo, pues este es un espacio de aprendizaje, no solo académico, en el que los seres humanos hacen vida desde temprana edad.
“La escuela es responsable de la reproducción del pensamiento y acto racista. En la forma en que la educación está siendo pensada, colocan a Europa, la blanquitud, como el centro del saber y el centro del conocimiento y nos ocultan, o no dicen abiertamente, todo el saber que viene desde el continente africano. Entonces uno crece imaginando a África como un continente vacío, un continente sin nada de sensibilización, sin saber. Sólo se nos dice: los negros eran más fuertes y por eso vinieron a trabajar aquí en la tierra”.
Para Monagreda también es importante repensar las sociedades y los gobiernos, con el fin de lograr mejores resultados.
“Es la forma en que nuestra sociedad, como un todo, está organizada y la única forma de combatir el racismo que se presenta en ese nivel, es a través de políticas públicas del Estado. Pero, en general, los gobiernos no tienen una postura firme contra el racismo, porque consideran que tienen un bajo entendimiento de lo que es el racismo, tienden a pensar solamente en burlas racistas o en actitudes puntuales racistas y no piensan en la necesidad de replantearnos y de representarnos como país”.
En 2024, muchas mujeres afro venezolanas todavía enfrentan situaciones racistas, aquí te compartimos algunos de sus historias:




Este texto fue publicado originalmente en Crónica Uno, como parte de las becas Redsonadoras, un programa desarrollado por la Red de Periodistas Venezolanas. Conoce otra de las historias becadas aquí.