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Cuatro científicas detrás de este hallazgo: una nueva especie de mosquito, potencial transmisor de malaria

La ciencia celebra un nuevo hallazgo: la detección de una nueva especie de mosquito, potencial transmisor de la malaria en el estado Bolívar, al sur de Venezuela. Cuatro científicas están frente a esta investigación.

El anuncio lo hace la bióloga y PhD en ecología y epidemiología venezolana, María Eugenia Grillet, quien es experta en enfermedades infecciosas. El equipo que lideró la investigación está conformado por siete personas, cuatro de ellas son mujeres.

Pero no se trata de cualquier grupo: son académicas que le siguen el rastro a los mosquitos desde hace décadas, en el caso de Grillet tiene más de 30 años de profesión, con el ojo clavado en las enfermedades epidemiológicas, en el avance de la malaria en Venezuela y en la relación entre la transformación de un territorio hostil que se deforesta y abre paso a nuevas y más calamidades.

Grillet cuenta que este estudio comenzó en 2022 y les tomó tres años de trabajo de campo en el municipio Sifontes del estado Bolívar en Venezuela, con salidas que constaban de unos 20 días de trabajo en campo además de los viajes entre localidades. Pese a los desafíos que tuvieron en el camino la investigación fue publicada en agosto de 2025.

Entre los problemas que consiguieron para sacar adelante el trabajo está la logística, pues debían adentrarse en áreas de difícil acceso. ”Enfrentamos problemas de limitaciones de gasolina en la zona y recursos financieros limitados para la investigación de campo en Venezuela que es muy costosa por gastos de sobrevivencia”, dice Grillet. Sin embargo, el estudio contó con el apoyo del National Institute for Health (NIH). 

Grillet fue seleccionada en 2021 para recibir el premio Hemingway otorgado por la Royal Society of Tropical Medicine & Hygiene por sus destacadas investigaciones en las áreas de ecología y epidemiología de enfermedades infecciosas transmitidas por insectos vectores.

María Eugenia Grillet es una de las cuatro mujeres científicas al frente de la investigación.
Cortesía: Andrés Kerese

La científica venezolana cuenta a la Red de Periodistas Venezolanas que su colega de Brasil -Maria Anice Mureb Sallum- con quien comparte esta investigación, fue quien describió a esta especie por primera vez en ese país. 

La especie encontrada por primera vez en Venezuela, específicamente en siete comunidades del municipio Sifontes, se llama Nyssorhynchus rondoniensis.

Mureb Sallum es investigadora del Departamento de Epidemiología de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo. Su enfoque es la investigación de campo sobre la malaria en la cuenca del río Amazonas y a su vez se dedica a medir el impacto del cambio ambiental en las comunidades de mosquitos y el aumento del riesgo de contraer infecciones por Plasmodium.

La académica de Brasil en 2023 resultó elegida por la Sociedad Americana de Medicina Tropical e Higiene como Miembro Internacional Distinguido de la (ASTMH) por sus eminentes contribuciones a diversas áreas de la medicina tropical y la higiene. 

Las otras dos investigadoras que conforman el grupo de cuatro científicas son las estadounidenses Sara Bickersmith y Jan Conn, ambas son biólogas moleculares y expertas en taxonomía molecular de especies vectoras de malaria en las Américas, explicó Grillet.

El hallazgo

Se trata de la primera detección de una nueva especie de mosquito, potencial vector de malaria. “Hasta ahora el Nyssorhynchus rondoniensis había sido identificado erróneamente por morfología. Lo preocupante es que se encontró infectado con Plasmodium falciparum, lo que sugiere un rol en la transmisión de la malaria en esta zona”, escribió la bióloga venezolana en la plataforma X.

La investigación sostiene que la deforestación por la minería de oro que se lleva a cabo en esta zona de Venezuela, “causa cambios en la diversidad de los vectores de malaria en la región”, y advierte que los esfuerzos por eliminar la malaria en América enfrentan un desafío en la identificación precisa de mosquitos.  

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El informe señala que la malaria endémica sigue siendo un problema de salud pública, que continúa afectando negativamente las vidas y los medios de vida de millones de habitantes en todo el mundo. “El número de casos anuales de malaria en Venezuela es alto (135.000 en 2023), solo superado por Brasil (163.000), según la Organización Mundial de la Salud en 2024”.

“Se ha determinado que en el sur de Venezuela los aumentos de temperatura directamente vinculados al calentamiento global intensifican la transmisión de malaria en las zonas mineras, exacerbando un escenario desafiante, remoto y complejo”, refiere el estudio.

La especie recientemente encontrada Nyssorhynchus rondoniensis se conocía hasta ahora solo de los estados de Acre y Rondônia en el oeste de Brasil, pero por primera vez es detectada en Venezuela.

La mayoría de los casos analizados tienen que ver con los medios de vida, pues la investigación sostiene que se concentran en quienes se dedican a la minería en comparación con otros oficios como labores domésticas, estudiante u operador de maquinaria. Otro factor destacado es que en la población menor de 15 años hubo más casos diagnosticados en comparación con cualquier otro grupo de edad.

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#NiUnaMenos y los titulares que no queremos escribir

Génesis, Angely, Betzabé, Ninoska, Ana Cecilia. En cinco días, cinco titulares que repiten un dolor, una herida abierta e impune: el feminicidio como la expresión más extrema de la violencia de género con la que conviven las mujeres, las adolescentes y las niñas cada día, cada hora, cada minuto de sus vidas. Decimos y repetimos como un mantra #NiUnaMenos, pero cada vez es #UnaMás.

El conteo es una punzada diaria que nos quiebra como sociedad, y duele más al saber que solo estamos viendo los casos que llegan a la nota de sucesos en los medios de comunicación. Los familiares se ahogan en exigencias de justicia. Las autoridades van convirtiendo los casos en anécdotas, según se observa en las publicaciones de los entes oficiales con competencia en la materia: el Cicpc y el Ministerio Público, que relatan versiones imprecisas y muchas veces revictimizantes, tal como denunciaron familiares de Génesis Medina, quienes incluso tuvieron que desmentir con los resultados de la autopsia, una versión oficial que mencionaba que la joven estaba embarazada.

En el foro público, cada caso de femicidio es un espejo en el que no queremos vernos como sociedad. Los comentarios en el historial de publicaciones en redes sociales revelan que aún estamos lejos de comprender las raíces profundas y multifactoriales que hacen de los feminicidios una amenaza más letal para las mujeres que cualquier pandemia, virus o guerra.

Los femicidas cumplen con el perfil que las estadísticas ya nos han dibujado: la amenaza está en casa. La mayoría son sus parejas actuales o exparejas o sencillamente hombres cercanos que deciden tomar la vida de una mujer porque el sistema se los permite, porque “tu cuerpo es mío, tu decisión es mía”, porque decir “no quiero” es imposible. Porque quieren y porque pueden.

Los hombres pueden escalar en sus violencias porque el sistema no atiende las alertas. Porque las mujeres y las adolescentes que entran en una relación que se va tornando violenta, aunque hagan todo lo que dice el deber ser, en la realidad tienen que resolver por su cuenta. Las víctimas se van quedando sin alternativas, sin protección, sin mecanismos de denuncia, sin medidas reales que pongan límites a los femicidas.

Y aunque todas estamos a la corta distancia de un noviazgo, una relación de pareja, o incluso a un “no como respuesta” de que nuestro nombre aparezca en el nuevo titular, el mensaje social sigue reiterando que es nuestra culpa, que hicimos algo, que lo merecemos. Por decir que no o por decir que sí. Por denunciar o por callar. Por caminar solas, por ir a la playa o por salir a trabajar. Porque sí. Por ser mujer.

En Venezuela, solo entre la última quincena de julio y los siete primeros días de agosto la cuenta suma 12 mujeres víctimas de femicidio y al menos 61 mujeres más entre enero y mayo de 2025, según el monitoreo realizado por la organización Utopix, un dato que sigue siendo un subregistro, pero que arroja algo de luz dentro de la política de opacidad oficial instaurada por las autoridades gubernamentales, otro elemento que sirve de manto de oscuridad para minimizar la dimensión de los femicidios y hacerlos invisibles. Lo que no se cuenta no existe.

Pero como medios no podemos olvidar que las palabras construyen realidades y sabemos que este problema sí tiene nombre: feminicidio, femicidas, víctimas, sobrevivientes, justicia, impunidad, violencia de género. No hay pasión en el asesinato, no hay locura en el abuso, no hay celos en el maltrato, no hay arrebatos en el crimen.

Cinco días y fueron cinco menos. Sus nombres son más que un registro, más que un titular: son rostros, voces, historias, son el dolor de alguien:

Génesis Gabriela Medina Puertas, de 21 años, San Felipe, estado Yaracuy.

Ninoska Maryelis García Garrido, de 28 años, Puerto Ayacucho, estado Amazonas.

Betzabé Yulimar Díaz González, de 24 años, Mamporal, estado Miranda.

Angely Benavides, de 17 años, Puerto Ordaz, estado Bolívar.

Ana Cecilia Carreazo Briceño, de 18 años de edad, Boca de Uchire, estado Anzoátegui.

Nos duelen. Nos queremos vivas. #NiUnaMenos