La actual migración venezolana, que impulsa a millones de personas a recorrer América Latina, expone especialmente a mujeres y niñas a situaciones de vulnerabilidad extrema, incluida la trata de personas. Y la falta de una narrativa adecuada en los medios de comunicación para visibilizarla, limita la capacidad de las sociedades para identificar y combatir este delito.
Estefanía Mendoza, abogada feminista y coordinadora de Mulier de Venezuela, ofreció una profunda reflexión sobre la trata en el contexto de la migración venezolana. “Este delito avanza más rápido que la legislación y las políticas públicas”, resaltó. Es así como el papel del periodismo resulta esencial para alertar, educar y crear un entorno más seguro para todas las personas.
Trata y tráfico de personas, dos conceptos diferentes
Aunque a menudo se confunden, trata y tráfico de personas son dos términos que describen situaciones diferentes. Mientras que el tráfico implica la entrada ilegal de personas a un país, generalmente de forma voluntaria, la trata de personas es un crimen que viola los derechos humanos (DDHH) al someter a las víctimas a explotación. Esta explotación puede ser sexual, laboral o incluso para el tráfico de órganos.
“El tráfico es un delito contra el Estado, mientras que la trata es un delito contra las personas. La dinámica de tráfico es lo que conocemos de los ‘coyotes’, donde se paga para cruzar una frontera. En Venezuela, hemos visto paquetes turísticos para cruzar a Estados Unidos o para cruzar el Darién. Pero pueden terminar en trata si los traficantes detectan a mujeres solas o en situación de vulnerabilidad”, explicó Mendoza.
Enfatizó que, en muchos casos, las mujeres (y personas LGBTQ+) migrantes no reconocen que están siendo víctimas de trata hasta que ya es demasiado tarde. Recordemos que suele estar acompañada de coerción, engaño o violencia, lo que anula la capacidad de la persona para tomar decisiones libres sobre su propia vida. Por eso necesita visibilizarse cada caso.
La también activista por los DDHH destacó que la trata de personas no se limita a la explotación sexual, a menudo vinculada con imágenes estereotipadas de mujeres encadenadas. También incluye la explotación laboral, el trabajo forzado y otras formas de abuso que, a menudo, pasan desapercibidas.
La trata de personas ha crecido hasta convertirse en el tercer delito más lucrativo a nivel mundial, después del narcotráfico y el tráfico de armas, lo que demuestra la magnitud del problema, dijo.
Mendoza insistió en que, tanto los estados como las organizaciones internacionales y los medios de comunicación, deben trabajar juntos para abordar la trata de personas desde una perspectiva interseccional. Las políticas públicas deben enfocarse en la protección de los derechos humanos de las personas migrantes, prestando especial atención a las mujeres y niñas, quienes son las más afectadas por este delito.
Además de la respuesta de los países de acogida, debemos analizar cómo responde el mismo gobierno venezolano. “El Estado tiene la obligación de proteger a las mujeres de la violencia y garantizar una vida libre de esta, lo cual es inherente a nuestros derechos humanos. No tiene que ver con que seamos venezolanas en Perú, en Colombia o en Venezuela”, señaló.
Perú y Ecuador, países inseguros para las mujeres venezolanas
La coordinadora de Mulier comentó que, de acuerdo con los informes que están elaborando, Perú es uno de los países donde la situación de las migrantes venezolanas es más crítica. Muchas de estas mujeres enfrentan formas extremas de violencia, incluso por parte de las fuerzas de seguridad, quienes en lugar de protegerlas, actúan como cómplices de los tratantes. Los medios locales, en muchos casos, no reportan con diferenciación la gravedad del problema, lo que contribuye a invisibilizar la explotación.
Lo que hace a estas mujeres más vulnerables es, en gran parte, la narrativa xenófoba y estigmatizante creada alrededor de la migración venezolana. Mientras que en el pasado, los venezolanos de clases más acomodadas eran mejor recibidos (como en la época de los dólares de Cadivi), la nueva oleada de migrantes, más pobres y vulnerables, genera reacciones mucho más hostiles.
Esto incluye la hipersexualización de las mujeres migrantes. En países como Ecuador, “estos estereotipos han evolucionado a la percepción de la venezolana como ‘prostituta’, alimentados por el machismo y la violencia estructural contra las mujeres”, denunció Mendoza.
El estereotipo de la venezolana “bella” o “miss” se reemplazó por la idea de que son más “deseables” o “sumisas” en el contexto de la explotación sexual. Al respecto, advirtió sobre el peligro de estas narrativas, que no solo deshumanizan a las mujeres, sino que también refuerzan la idea de que “venden mejor”, perpetuando así su vulnerabilidad.
Focos de explotación en las fronteras venezolanas
En las fronteras de Venezuela, particularmente en los estados Zulia y Táchira, se ha documentado un aumento en los casos de explotación sexual y laboral. Mujeres y niñas son obligadas a trabajar en condiciones de esclavitud en estas zonas.
“El Arco Minero del Orinoco, por ejemplo, es un punto crítico. Allí la explotación minera ilegal y la presencia de grupos irregulares afectan gravemente a las comunidades indígenas y a las mujeres venezolanas, quienes recurren a las minas como medio de subsistencia”, precisó la especialista en violencia de género.
En la frontera y en el contexto de la virtualidad, la explotación sexual de migrantes venezolanas en casas de modelaje webcam es otro fenómeno alarmante. “Estas mujeres, muchas en situaciones de vulnerabilidad, son explotadas en este tipo de trabajos, donde el consentimiento se desdibuja y pasan de tener un trabajo sexual consentido a ser víctimas de trata”, resaltó.
Mendoza señaló que las zonas mineras de Brasil y las fronteras marítimas con Colombia, la explotación laboral y el tráfico de personas las convierte también en puntos críticos. “En las comunidades indígenas, la detección de víctimas de trata es aún más difícil debido a las barreras culturales y la percepción diferente de las fronteras”, agregó. Esta invisibilidad refuerza la impunidad de los tratantes y la falta de atención por parte de las autoridades locales.
Por una narrativa inclusiva y de alto impacto
En opinión de la abogada feminista, combatir la trata de personas de manera efectiva requiere de una coordinación conjunta entre los medios, los Estados y las ONG. Los objetivos en común deben ser la creación de narrativas más justas y humanas, que no perpetúen la xenofobia ni la estigmatización; y que promuevan políticas basadas en el respeto a los DDHH.
Estefanía Mendoza subrayó la importancia de ampliar y diversificar las narrativas en torno a la trata de personas. Esto implica no solo reconocer la explotación sexual y laboral, sino también visibilizar a las víctimas que, debido a los estigmas y la falta de políticas públicas adecuadas, permanecen invisibles. No solo mientras se movilizan en las fronteras, sino luego de establecerse en países receptores de la migración, pues las dificultades para regularizar su estatus migratorio persisten por largo tiempo.
A pesar de que el gobierno venezolano afirma tener un plan nacional contra la trata de personas, este no ha sido publicado, lo que refleja falta de transparencia y de acción concreta. Esta opacidad dificulta la implementación de políticas efectivas y limita la capacidad de los países receptores de migrantes para proteger a las víctimas.
La también consultora en temas de género ofreció este análisis sobre la trata de personas en su ponencia “Trata de personas, tráfico y otros problemas fronterizos”. Este fue el tema abordado durante la tercera sesión del programa “Narrar Fronteras“, impulsado por la Red de Periodistas Venezolanas (RDPV). Puedes leer la nota sobre la segunda sesión aquí.