Informe acoso 2

#NiUnaMenos y los titulares que no queremos escribir

Génesis, Angely, Betzabé, Ninoska, Ana Cecilia. En cinco días, cinco titulares que repiten un dolor, una herida abierta e impune: el feminicidio como la expresión más extrema de la violencia de género con la que conviven las mujeres, las adolescentes y las niñas cada día, cada hora, cada minuto de sus vidas. Decimos y repetimos como un mantra #NiUnaMenos, pero cada vez es #UnaMás.

El conteo es una punzada diaria que nos quiebra como sociedad, y duele más al saber que solo estamos viendo los casos que llegan a la nota de sucesos en los medios de comunicación. Los familiares se ahogan en exigencias de justicia. Las autoridades van convirtiendo los casos en anécdotas, según se observa en las publicaciones de los entes oficiales con competencia en la materia: el Cicpc y el Ministerio Público, que relatan versiones imprecisas y muchas veces revictimizantes, tal como denunciaron familiares de Génesis Medina, quienes incluso tuvieron que desmentir con los resultados de la autopsia, una versión oficial que mencionaba que la joven estaba embarazada.

En el foro público, cada caso de femicidio es un espejo en el que no queremos vernos como sociedad. Los comentarios en el historial de publicaciones en redes sociales revelan que aún estamos lejos de comprender las raíces profundas y multifactoriales que hacen de los feminicidios una amenaza más letal para las mujeres que cualquier pandemia, virus o guerra.

Los femicidas cumplen con el perfil que las estadísticas ya nos han dibujado: la amenaza está en casa. La mayoría son sus parejas actuales o exparejas o sencillamente hombres cercanos que deciden tomar la vida de una mujer porque el sistema se los permite, porque “tu cuerpo es mío, tu decisión es mía”, porque decir “no quiero” es imposible. Porque quieren y porque pueden.

Los hombres pueden escalar en sus violencias porque el sistema no atiende las alertas. Porque las mujeres y las adolescentes que entran en una relación que se va tornando violenta, aunque hagan todo lo que dice el deber ser, en la realidad tienen que resolver por su cuenta. Las víctimas se van quedando sin alternativas, sin protección, sin mecanismos de denuncia, sin medidas reales que pongan límites a los femicidas.

Y aunque todas estamos a la corta distancia de un noviazgo, una relación de pareja, o incluso a un “no como respuesta” de que nuestro nombre aparezca en el nuevo titular, el mensaje social sigue reiterando que es nuestra culpa, que hicimos algo, que lo merecemos. Por decir que no o por decir que sí. Por denunciar o por callar. Por caminar solas, por ir a la playa o por salir a trabajar. Porque sí. Por ser mujer.

En Venezuela, solo entre la última quincena de julio y los siete primeros días de agosto la cuenta suma 12 mujeres víctimas de femicidio y al menos 61 mujeres más entre enero y mayo de 2025, según el monitoreo realizado por la organización Utopix, un dato que sigue siendo un subregistro, pero que arroja algo de luz dentro de la política de opacidad oficial instaurada por las autoridades gubernamentales, otro elemento que sirve de manto de oscuridad para minimizar la dimensión de los femicidios y hacerlos invisibles. Lo que no se cuenta no existe.

Pero como medios no podemos olvidar que las palabras construyen realidades y sabemos que este problema sí tiene nombre: feminicidio, femicidas, víctimas, sobrevivientes, justicia, impunidad, violencia de género. No hay pasión en el asesinato, no hay locura en el abuso, no hay celos en el maltrato, no hay arrebatos en el crimen.

Cinco días y fueron cinco menos. Sus nombres son más que un registro, más que un titular: son rostros, voces, historias, son el dolor de alguien:

Génesis Gabriela Medina Puertas, de 21 años, San Felipe, estado Yaracuy.

Ninoska Maryelis García Garrido, de 28 años, Puerto Ayacucho, estado Amazonas.

Betzabé Yulimar Díaz González, de 24 años, Mamporal, estado Miranda.

Angely Benavides, de 17 años, Puerto Ordaz, estado Bolívar.

Ana Cecilia Carreazo Briceño, de 18 años de edad, Boca de Uchire, estado Anzoátegui.

Nos duelen. Nos queremos vivas. #NiUnaMenos