Cuidado

Las labores de cuidado se triplican sobre los hombros de las mujeres

Para poder crecer, alguien tiene que cuidarnos. Sobrevivimos a nuestra infancia y llegamos a la adultez porque alguien nos cuidó en el pasado. Si tenemos alguna condición de salud, podemos sobrellevarla gracias a que alguien nos cuida. Y ese alguien, la mayoría de las veces, es una mujer.

En todo el mundo, 708 millones de mujeres están fuera de la fuerza laboral debido a responsabilidades de cuidado no remuneradas, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En contraste, solo 40 millones de hombres están en una situación similar.

En Venezuela, un análisis publicado en 2024 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que 15,4 millones de personas trabajan en labores de cuidado no remunerado en los hogares del país y, de este total, 10 millones son mujeres. Según el estudio, el 88,7% de las mujeres mayores de 10 años en Venezuela hace trabajo doméstico no remunerado en su hogar o fuera de él. Las mujeres dedican 6 horas y 18 minutos diarios a estas actividades, 75% más tiempo que los hombres.

Quienes ejercen labores de cuidado resuelven las necesidades físicas, psicológicas y emocionales de otras personas. Desde una perspectiva más específica, cuidar implica estar a cargo de otras personas dependientes: niños, niñas, personas con discapacidad, con enfermedades crónicas o personas mayores que no pueden cuidarse por sí mismas, lo que impide que quien cuida pueda trabajar remuneradamente. Las mujeres que se dedican al cuidado contribuyen al desarrollo, pero especialistas destacan que su labor no es reconocida ni recompensada.

Recientemente, el debate sobre el cuidado ha ganado terreno en la agenda global. Aunque ya estaba presente, previamente se referían al cuidado como “trabajo doméstico” o una “doble jornada”, que recaía sobre las mujeres debido a los estereotipos de género y la división sexual del trabajo, asegura Alba Carosio, profesora y coordinadora de la Maestría en Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Para la experta, la pandemia de covid-19 fue el principal evento que potenció el discurso sobre el cuidado al mostrar su relevancia para el sostenimiento de la sociedad.

“Fueron las mujeres en sus casas quienes mantuvieron diversos servicios, tanto los servicios que tienen que ver con la educación, cuando acompañaron a sus hijos con la formación que se hacía online, y luego tomaron muchísimas medidas de salud, de cuidado de la higiene, para minimizar los contagios. El trabajo que se hacía fuera de la casa también entró en la casa, y eso duplicó, triplicó, cuadruplicó el trabajo del hogar, de la limpieza, además de otras medidas más fuertes. Eso hizo evidente la importancia del cuidado en la sociedad. Siempre estuvo ahí, pero con la pandemia se hizo más claro”, explica.

Desde antes de la pandemia, las mujeres en América Latina y el Caribe ya dedicaban el triple de tiempo que los hombres al trabajo de cuidados no remunerado, y la creciente demanda de cuidados agravó su situación, según ONU Mujeres, la entidad de Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, y Comisión Económica para América Latina (Cepal). Aunque la pandemia impulsó la agenda del cuidado, todavía es una labor invisibilizada. Hacer visibles los cuidados es, precisamente, una de las principales tareas del periodismo y de los medios de comunicación, según Carosio.

“Hay un sinnúmero de tareas que se hacen en una casa, y a veces fuera, porque el cuidado que las mujeres ejercen sobre su familia no es solamente dentro de la casa. Hay un cuidado social que tiene que ver con acompañar al médico, con estar pendiente de todas las indicaciones. Eso se hace tan rutinariamente que no se ve ni se valora. La función de los medios de comunicación es mostrarlo, hacerlo más evidente”, expresa.

Destacar la corresponsabilidad en el cuidado

En el caso de los cuidados directos a personas dependientes en Venezuela, el estudio publicado por el BID indica que el 22,6% de las mujeres provee cuidados directos a niños, personas mayores, personas con discapacidad o enfermedades, una proporción que es casi tres veces mayor a la tasa de participación de los hombres en ese tipo de actividades.

Quienes cuidan a niños, niñas y adolescentes con enfermedades crónicas en el principal hospital pediátrico de Venezuela, el J.M. de los Ríos, son mujeres (98%), según un informe de la organización no gubernamental Prepara Familia publicado en 2023. Ellas se encargan del cuidado físico y emocional de sus hijos, de la higiene, de la gestión de recursos para conseguir medicamentos y muchas veces de sustituir al personal auxiliar de salud, pero no reciben incentivos ni apoyo económico. Tampoco pueden trabajar porque el cuidado absorbe todo su tiempo.

Frente a estas realidades, la labor de los medios va más allá de solo visibilizar las tareas que recaen sobre las mujeres: para la profesora Carosio, también es función del periodismo recordar que el cuidado es un trabajo que debe ser acompañado por toda la sociedad.

Tiene que haber una corresponsabilidad, tanto de la familia a la que pertenecen el niño o la niña y la mujer, como también de toda la sociedad, porque hay cosas que la sociedad debiera hacer: dar apoyos materiales, hacer más fáciles las tareas. Para eso la humanidad evoluciona, no para que estemos como en una época antigua que había que cargar agua, que había que juntar leña para hacer la comida y los hombres tenían que cazar. Realmente el acompañamiento y el apoyo social son indispensables. Cuando hablamos de corresponsabilidad, hablamos de la familia pero también de la sociedad toda a través de sus instituciones, tanto las públicas como las privadas”, añade la investigadora sobre feminismo e igualdad.

Para la experta, los medios de comunicación pueden mostrar de qué maneras la sociedad puede hacerse corresponsable en las labores de cuidado. Destaca como ejemplo cómo algunos países asignan un ingreso mensual para las mujeres que acompañan a sus hijos, hijas o familiares con enfermedades crónicas y cómo conciben sistemas para aliviar la carga que asumen las mujeres cuidadoras.

“Otro ejemplo es un sistema de apoyo que por lo menos les permita a esas mujeres que están 24 horas al lado de la cama de un niño, o 24 horas llevándolo y trayéndolo del tratamiento, luego encargándose del alimento y de la higiene necesaria para que esos niños sigan viviendo y haciendo diferentes actividades, tener dos o tres veces por semana unos tiempos de descanso, que (quienes son cuidados) quedaran en manos de personas experimentadas que pudieran hacer esa tarea una parte del día para que ellas pudieran descansar”, señala.

Educar desde la perspectiva de género

Hablar de corresponsabilidad significa mostrar cómo los cuidados deben ser compartidos por personas de las familias, las comunidades, las empresas y el Estado: se trata de reconocer, reducir, redistribuir, recompensar y representar el trabajo de cuidados. En el caso del hogar, debe aumentar el trabajo de cuidados por parte de los hombres para que el reparto de las tareas sea equitativo.

“Sin duda también hay que promover la responsabilidad de los padres, porque generalmente quienes cuidan son las mujeres, y muchas de ellas están solas porque ocurre que el padre no se responsabiliza frente a un niño o niña que tiene algún problema. Hay padres que frecuentemente huyen. Socialmente se tiene que entender que eso no es lo correcto y que debe haber alguna sanción moral. Todo eso también es cuestión de educación, y los medios de comunicación son medios que educan. La comunicación tiene también una función educadora”, agrega la profesora Carosio.

Esta función educadora fue reconocida en 1995 con la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, una hoja de ruta acordada por 189 países, durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, para lograr la igualdad de derechos para las mujeres y niñas de todo el mundo. Una de sus áreas de acción trata sobre los medios de difusión, identificados como importantes “medios de educación” capaces de promover una imagen equilibrada y no estereotipada de las mujeres, así como de potenciar su papel en la sociedad.

Para alcanzar ese último objetivo, la Declaración de Beijing exhorta a los medios a introducir la perspectiva de género en todas las cuestiones de interés para la sociedad y a “fomentar la participación en pie de igualdad en las responsabilidades familiares”, mediante campañas que hagan hincapié en la igualdad de género y en la exclusión de los estereotipos basados en el género de los papeles que desempeñan las mujeres y los hombres dentro de la familia.

Treinta años después de la Declaración de Beijing, surgen nuevos desafíos: la violencia en línea contra las mujeres crece mientras la inteligencia artificial generativa populariza estereotipos discriminatorios, según un análisis de ONU Mujeres. Pero los medios siguen teniendo un papel crucial ante viejos y nuevos retos para construir un mundo más justo.

“Si queremos hacer una sociedad más justa, más humana, donde todas y todos cumplamos con nuestras responsabilidades y las compartamos con otros y otras, deben disminuir y desaparecer los estereotipos de género, que hacen que los hombres se comporten de una manera, a veces poco afectiva, y las mujeres al contrario. Cuando no puede cumplir los estándares exigentísimos que la sociedad le impone a una madre o una mujer, ella luego se siente culpable. Hay estándares de belleza y hay estándares de comportamiento. En seguida si un niño se porta mal o tiene problemas, culpan a la madre. Pero hay un cúmulo de personas que educan, no solamente las madres”, afirma la profesora Alba Carosio.

“Hay mucho que los medios de comunicación pueden hacer en materia comunicativa, que en realidad es educativa, porque los medios modelan conductas y pueden incluso, con el tiempo, no de inmediato, cambiarlas, transformarlas. Ojalá sea para mejor, para una sociedad más justa”.

Mujeres periodistas detenidas en Venezuela

Autoridades venezolanas detienen a mujeres periodistas en medio de la represión postelectoral

“¿Ustedes van a matar a mi hija? ¿Ustedes le van a hacer daño a una muchacha inocente porque no me pudieron agarrar a mí?”. Esas son las palabras de Xiomara Barreto, activista social y dirigente del partido opositor Copei, en una grabación de audio publicada en redes sociales el pasado 25 de agosto de 2024. 

Barreto es la madre de Ana Carolina Guaita Barreto, reportera del portal noticioso en línea La Patilla, a quien detuvieron autoridades venezolanas en las afueras de su casa el 20 de agosto, en el estado La Guaira, en el litoral central de Venezuela. 

Guaita Barreto es la tercera mujer periodista detenida en la ola de protestas que estallaron tras las elecciones presidenciales venezolanas del 28 de julio. También, es una de las 230 mujeres detenidas en el marco de la represión ejecutada por el Estado, según datos de la organización de derechos humanos Foro Penal.

Los familiares de Guaita Barreto dicen que su detención fue una retaliación en contra de sus padres, quienes apoyaron la campaña electoral del opositor venezolano Edmundo González Urrutia.

“Tengo a mi hija de 32 años como rehén del gobernador [José Alejandro Terán]”, continuó Barreto en la grabación de audio. “Les pido que dejen a mi hija en libertad”. 

Ana Carolina Guaita Barreto, reportera del portal noticioso en línea La Patilla, detenida por autoridades venezolanas en las afueras de su casa el 20 de agosto. (Foto: La Patilla)

Mujeres periodistas acusadas de terrorismo sin pruebas

Su hermano, Carlos Guaita, dijo a LatAm Journalism Review (LJR) que sus familiares pudieron visitar a Guaita Barreto en detención después de no saber de su paradero durante ocho días. Compareció ante el Ministerio Público y se le acusó de asociación para delinquir, terrorismo y actos violentos.

Una representante de la Red de Periodistas Venezolanas (RDPV) dijo a LJR sentir una profunda preocupación ante la creciente persecución dirigida contra mujeres periodistas. 

“Han sido objeto de detenciones arbitrarias y acusaciones como terrorismo e instigación al odio”, dijo la vocera de la red, que pidió no ser identificada por temor a represalias. “Estas acciones no solo son injustas, sino que además violan flagrantemente el debido proceso, privando a las detenidas de su derecho a una defensa adecuada”. 

Mujeres periodistas son también víctimas de censura, estigmatizaciones y agresiones físicas y verbales. El Instituto Prensa y Sociedad de Venezuela (IPYS) registró, entre el 29 de julio y el 4 de agosto, 79 vulneraciones a la libertad de prensa. De estas, 23 fueron contra mujeres.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) otorgó, el 27 de agosto, medidas cautelares a favor de Guaita Barreto, diciendo que se encuentra en una situación de gravedad y urgencia de riesgo de daño irreparable.

Otros casos contra periodistas mujeres

La reportera Deysi Peña también se encuentra en prisión y se le acusa de terrorismo, incitación al odio, resistencia a la autoridad, vandalismo y otros crímenes, de acuerdo con el grupo activista juvenil Sin Mordaza.

Peña fue detenida por tomar y publicar fotos en sus redes sociales sobre una protesta el 30 de julio. En un video publicado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), la hija de Peña dijo que Peña era la cabeza económica del hogar y que sus dos hermanitos menores de 7 años no paran de preguntar dónde está su madre.

“Mis hermanos y yo solo queremos a mi mamá de vuelta a casa porque informar no es un delito”, dijo Bárbara Canino Peña en el video publicado el 6 de agosto. Otra periodista mujer que sufrió detención, luego de la elección, fue la reportera de espectáculos Carmela Longo

El 20 de agosto, Longo fue despedida del diario de tendencia oficialista Últimas Noticias. Cinco días después miembros de la policía nacional allanaron su vivienda, se la llevaron detenida, y la acusaron de terrorismo e incitación al odio, según el SNTP.

Preocupación por condiciones de detención

En Venezuela, la vida en la cárcel está marcada por el hacinamiento, la falta de acceso a servicios básicos, y la violencia de género, según ha afirmado el Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP), una ONG que defiende los derechos de los presos.

De acuerdo a la OVP, las mujeres privadas de libertad en Venezuela corren el riesgo de recibir tortura física y psicológica, e inclusive negación de atención médica adecuada. 

En el caso de Peña, se encuentra recluida en una cárcel de mujeres en Ocumare del Tuy (estado Miranda), a tres horas de su residencia familiar. Esto dificulta y aumenta los costos del traslado de sus familiares al lugar, de acuerdo al SNTP.

Por su parte, Guaita Barreto sigue detenida en la Dirección de Seguridad de la Gobernación de La Guaira en un espacio apartada de la población reclusa.

“Nos dijo que no ha sido agredida ni física ni psicológicamente y que le están dando sus comidas diarias. Dentro de lo malo, ‘está bien’”, dijo su hermano a LJR.

La vocera de la Red de Periodistas Venezolanas dijo que las mujeres periodistas, activistas y políticas detenidas se enfrentan a vulnerabilidades exacerbadas en Venezuela. 

“Hay que sumar los riesgos de violencia sexual y de sufrir de desatención de necesidades básicas relacionadas con la salud menstrual y la salud sexual y reproductiva”, dijo la vocera de la red. “La escalada de violencia y persecución estatal que enfrentamos como periodistas no solo vulnera nuestros derechos como comunicadoras, sino que también tiene un impacto devastador en nuestra salud mental y física”.

Redacción: Katherine Pennacchio.

Foto referencial. Crédito: Sergio Ortiz Barbolla/WOLA.

Nota original publicada en Latam Journalism Review del Centro Knight para el periodismo en las Américas.

presas políticas detenidas

Presas políticas y detenidas: el Estado venezolano criminaliza injustamente a mujeres y también a adolescentes

Hasta el 13 de agosto de 2024, la ONG Foro Penal contabilizaba 182 mujeres detenidas en el marco de la represión ejecutada por el Estado venezolano después de las elecciones presidenciales del 28 de julio. Entre las detenidas se encuentran una fotoperiodista con dos hijos pequeños, una adolescente de 16 años estudiante de música y una mujer de origen humilde de 43 años.

“Informar no es un delito”, dice aguantando el llanto Bárbara Canino Peña (17) en un video publicado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP) el pasado 6 de agosto y compartido por diversos medios. Lo dice porque su madre, Deysi Peña, reportera gráfica con 20 años de trayectoria, fue detenida y, actualmente, se encuentra recluida en una estación policial, tras la cobertura que hizo de las elecciones presidenciales en la entidad. 

De acuerdo con el testimonio de Canino Peña, a su madre la detuvieron a las 6:00 a.m. en la estación de servicio Los Nuevos Teques, municipio Guaicaipuro, Miranda. Los efectivos no tenían orden de aprehensión y tampoco brindaron información alguna sobre los motivos por los cuales la detenían, o hacia dónde se dirigían con ella. 

Tras seis horas de búsqueda desesperada, dice Bárbara, finalmente la ubicaron en la estación policial del municipio Tomás Lander en Ocumare del Tuy, a más de tres horas de su residencia. 

Además de hacerse cargo de su propia bebé de diez meses, Bárbara está al cuidado de los otros hijos de Deysi, sus hermanos menores de siete años que “no paran de preguntar día y noche” dónde está su mamá. Peña, quien además de reportera es cabeza de hogar, forma parte de las siete personas trabajadoras de la prensa, detenidas en el marco de las recientes protestas y acusadas de “terrorismo”. Es la única mujer de ese grupo. 

Sin embargo, así como ella, hay otras 182 mujeres detenidas por el Estado en el marco de estas protestas, de acuerdo con datos recopilados por el Foro Penal, la ONG que desde hace años ayuda con acompañamiento jurídico a personas privadas de libertad por razones políticas. 

El Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) alertó a través de una publicación en su sitio web,  preocupantes circunstancias en las que estarían viviendo las mujeres privadas de libertad a raíz de la represión post-electoral. Específicamente se refirieron a unas 70 mujeres que están detenidas en el Centro de Formación para Procesadas Femeninas “La Crisálidas” de Miranda, y que de acuerdo con información suministrada por sus fuentes, son “sometidas a tratos inhumanos que van desde la tortura física y psicológica, hasta la negación de atención médica adecuada”. 

El OVP indicó que “las mujeres estarían siendo recluidas en grupos de diez personas en cada celda, y solo les dan un tobo o balde de agua para que todas puedan satisfacer sus necesidades básicas y de higiene”. 

La organización denuncia que las reclusas carecen de alimentación balanceada y sufren ataques por parte de la directora de le institución, que consisten en baños con agua fría, amenazas, tortura psicológica y constante uso del calificativo “terroristas”. Asimismo, las mujeres visitantes o familiares de las privadas de libertad también son sometidas a “requisas de naturaleza invasiva”, según lo que han confirmado en OVP:  “deben desnudarse y agacharse para que una custodia revise sus partes íntimas”. 

Presas políticas que no ejercen cargos políticos 

Aunque la mayoría de personas que fueron detenidas recientemente tienen alguna vinculación con los partidos políticos opositores, a otras solo se las llevaron por ejercer su legítimo derecho a la protesta, o por estar en el lugar y momento equivocados. 

Es el caso de la adolescente, Victoria. Su madre, Carmen Morillo, aparece en un par de videos suplicando que liberen a su hija en las redes sociales del Foro Penal. Cuenta que Victoria, de 16 años, fue detenida el 29 de julio junto a su prima Eli, de 25 años. Durante días no supo nada de ella, solo que finalmente la recluyeron en un centro para menores de edad. 

“No sé si come, no sé si duerme. Sufre de cólico nefrítico. Temo por la integridad de mi hija”, decía la madre en uno de los videos. Para este 14 de agosto Carmen Morillo confirma en entrevista para este medio que pudo verla y dice que está “bien”,

Victoria debería empezar este año su último grado escolar. Además del colegio, estudia música en la Orquesta Sinfónica local. Le gustan los instrumentos de cuerdas: el cuatro y la guitarra, sobre todo. También le interesa el modelaje y el maquillaje artístico. Así lo dice su hermana en un emotivo video que difundió entre sus amigos y que hoy su madre comparte para seguir presionando por su libertad. 

Tanto en el video, como en las fotos que corren junto a la etiqueta #LiberenaVictoria, se puede ver su rostro inocente. Carmen Morillo califica a Victoria como una chica “tranquila, responsable” y también destaca que tiene “muchos sueños y ambiciones”. Victoria es una adolescente que en sus tiempos libres compone canciones, a quien el Estado venezolano hoy acusa de “terrorismo”. Su madre solo pide que la liberen. “Quiero tener a mi hija en casa”, insiste.

La palabra “libertad” es terrorista

El 1 de agosto, habitantes de los Valles del Tuy eligieron una forma singular para salir a las calles a protestar. Escribir la palabra “Libertad” en la calle, utilizando para ello las harinas que vienen en sus cajas del CLAP. 

CLAP es un programa que desde el 2016 distribuye alimentos a través de comités locales. Ha estado rodeado de varias polémicas no solo de corrupción, sino también por la escasa calidad de los productos, y por ser utilizado como una forma de presión y control social: quien no apoye a Maduro, no recibe alimentos. 

Dioris Zárraga, habitante de un barrio popular en Ocumare del Tuy, fue detenida luego de esa espontánea forma de protesta. Es decir, Dioris fue arrestada por escribir «Libertad» con la harina de la caja Clap en el concreto del suelo.

Las fotos compartidas por los cuerpos de seguridad la muestran de espaldas, esposada como una criminal de peligro. Su arma, un celular.

Las adolescentes y mujeres detenidas en Venezuela enfrentan un riesgo elevado de sufrir abusos sexuales durante su reclusión. Estas situaciones son inaceptables y reflejan la falta de protección y respeto a sus derechos humanos por parte del Estado.

Desde las organizaciones de mujeres se exige que las detenidas tengan un trato digno, que se garantice su acceso a productos de higiene menstrual, y que se respete rigurosamente su debido proceso. Se deberían tomar medidas para asegurar la integridad física y emocional de estas mujeres, y que se reconozca su derecho a una defensa justa y transparente.

La criminalización injusta de mujeres y adolescentes por parte del Estado venezolano, además de la forma en la cual están siendo tratadas durante su detención, no solo vulnera sus derechos fundamentales, sino que también expone las profundas fallas en el sistema de justicia y en la protección de las personas más vulnerables.

Así lo expone la Asociación Cauce en un comunicado que ya lleva más de 180 firmas, donde organizaciones de mujeres y activistas, exigen justicia y cese a la violencia en contra de las mujeres en Venezuela. 

Nota original en Tejiendo Redes: Constructoras de Paz en Venezuela, el sitio web impulsado por IPYS (Instituto Prensa y Sociedad) Venezuela y la Red de Mujeres Constructoras de Paz. Republicada con autorización de su autora, María Laura Chang, en Redsonadoras.com.