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“Las palabras importan”: cómo mejorar la cobertura periodística de la violencia de género

Ante los altos índices de violencia física, psicológica y obstétrica contra las mujeres en Venezuela, la Red de Periodistas Venezolanas (RDPV) lleva a cabo una nueva campaña titulada #LasPalabrasImportan, para sensibilizar a los medios de comunicación en la importancia del tratamiento periodístico ético y responsable en las coberturas de casos de violencia de género, específicamente femicidios y feminicidios.

Con el uso de la etiqueta, la organización busca prevenir la revictimización, contribuir a la erradicación de esta problemática y eliminar en la prensa el uso del término “crimen pasional”, ya que es considerado inadecuado porque minimiza los hechos de violencia basada en género, presentándose como un acto impulsivo y romántico sin mostrar la magnitud del problema. 

Una de las frases promovidas por la RDVP es: “No es crimen pasional, se llama femicidio. Llamemos las cosas por su nombre porque #LasPalabrasImportan”. 

¿Femicidio o crimen pasional?

Se utilizan los términos “feminicidio” o “femicidio” para referirse al asesinato intencional de una mujer por el hecho de ser mujer, de acuerdo con la RDVP. 

“Esto quiere decir que usar el concepto “homicidio no muestra la dimensión estructural de estos crímenes, vinculada a la desigualdad de género”, explica la organización al especificar que, si el suceso se produce en circunstancias que deben ser esclarecidas, pero que dan indicios de ser feminicidio, se puede usar: “presunto feminicidio”. 

Entre las recomendaciones de la RDVP se encuentra contextualizar el caso de femicidio como el resultado de un problema estructural vinculado a la desigualdad de género y el machismo, así como incluir voces de expertos en la materia y estadísticas para visibilizar la magnitud del problema. 

Además, expone que es crucial respetar la dignidad y privacidad de todas las personas involucradas y evitar detalles morbosos del crimen, al igual que exponer datos sensibles de la víctima. 

La Red de Periodistas Venezolanas detalla que antes de que aparecieran estos términos, en la prensa se utilizaba el concepto  “crimen pasional” para referirse a estos mismos hechos. Otros términos utilizados incorrectamente en la cobertura de los casos de feminicidios son “muerte por exceso de celos” o “exceso de amor”.

Por esta razón, la comunidad feminista exige evitar los términos mencionados debido a que “enmascara la responsabilidad del agresor detrás de una supuesta pérdida de control emocional”. 

Necesidad de una transformación en la cobertura periodística 

En la edición de La Conversa de la Alianza Rebelde Investiga (ARI) titulada “Violencia contra la mujer y el rol del periodismo”, las expertas María Laura Chang, impulsora de la Red de Periodistas de VenezuelaSheyla Urdaneta, jefa de información de El PitazoYakary Prado, coordinadora de Runrun.esGabriela Rojas, directora de Tal Cual, Ronna Rísquez, directora de ARI y Monitor de Víctimas, coincidieron que es necesario “deshacerse de prejuicios y lugares comunes para obtener el adecuado enfoque en temas de violencia de género”. 

Las expertas ofrecieron una visión crítica sobre la forma en que los medios de comunicación venezolanos han abordado históricamente esta problemática.

Urdaneta mencionó que para aprender técnicas de enfoque y cobertura relacionadas a la violencia contra la mujer es primordial para el periodista venezolano desaprender formas inadecuadas de abordar estos temas.

“El periodismo tenía una deuda con las mujeres víctimas de asesinatos y abusos, había una mirada desde el sensacionalismo. Estamos dando pasos importantes para no caer en lugares comunes, para no revictimizar. A veces ni las propias víctimas lo entienden”, comentó. 

Según Chang, los medios tradicionales han menospreciado el tema de la violencia de género.

Actualmente, el Estado no investiga ni establece políticas públicas para prevenir los casos de feminicidios en el país, denunció Chang, al aseverar que la cifra de femicidios no desciende porque se ignora el problema.

“Más hombres violentos asesinan a sus mujeres porque hay una tendencia, es una relación de dominación y control, estamos en una sociedad patriarcal que lo permite”, dijo la impulsora de la Red de Periodistas Venezolanas. 

Desconocimiento de las víctimas

Por su parte, Prado agregó que de acuerdo al Informe 2024 de la Red de Mujeres Constructoras de Paz, el 30% de las mujeres no saben identificar cuando están sufriendo algún tipo de violencia.

“Las mujeres conviven con la violencia de la que son objeto. El Estado no les garantiza la protección de sus vidas. Tienen miedo a ser estigmatizadas y juzgadas, y caen en conciencia de que han sufrido abusos luego que se les especifica”, manifestó la coordinadora de Runrun.es.

Otras de las etiquetas compartidas para impulsar el lenguaje inclusivo son: #NoHayExcusas, #ViolenciaDeGénero y #PeriodismoConPespectiva.

Para conocer más recomendaciones para abordar coberturas de violencia contra la mujer, la Red de Periodistas Venezolanas compartió las frases más destacadas de las periodistas especialistas durante la Conversa ARI en un post dentro de su perfil de IG: @redperiodistas_ve

Nota original publicada en Runrun.es, reproducida con permiso del medio en Redsonadoras.com.

trata de mujeres

La cobertura sobre trata de mujeres que inspiró una serie de Netflix: Sheyla Urdaneta demuestra el valor de la perspectiva de género

Cuando Sheyla Urdaneta empezó a indagar sobre la historia de Kenni Finol, una joven zuliana asesinada en 2018 en México, su carrera dio un giro inesperado. Sus primeros hallazgos del caso como periodista del medio venezolano El Pitazo ampliaron su mirada y se convirtieron en el punto de partida de una galardonada investigación, que sirvió de inspiración para una serie documental sobre la trata de mujeres con fines de explotación sexual, en la cual tuvo un papel crucial: “El Portal: la historia oculta de Zona Divas”, estrenada en Netflix en septiembre de 2024.

“Mujeres en la vitrina: migración en manos de la trata”, el trabajo en el que participó desde El Pitazo en alianza con otros dos medios venezolanos (Tal Cual y Runrunes) y tres medios mexicanos (Pie de Página, Fusión y Enjambre Digital), recibió el Premio Gabo en la categoría Innovación en 2019. Pero más allá del reconocimiento internacional, la principal recompensa para Urdaneta fue la posibilidad de “desaprender para aprender” a mirar de una manera más crítica las historias, especialmente cuando las víctimas son mujeres.

“Ese trabajo fue para mí un antes y un después como periodista. En ese momento yo comencé a interesarme, a preocuparme, a querer hacer periodismo con perspectiva de género. Por primera vez tuve una editora de género a la que le agradezco que haya sido un parteaguas en mi vida como periodista. Ella es Lydiette Carrión, escritora del libro ‘La Fosa de Agua’, una periodista mexicana que admiro muchísimo”, cuenta Urdaneta en entrevista con Redsonadoras.

Dos años después de aquella investigación —que mostró a través de un portal espejo, una canción y una obra de teatro los vínculos entre la migración y la trata de personas con fines de explotación sexual en torno a la web Zona Divas—, Urdaneta se unió a un equipo liderado por mujeres por interés de la productora Mezcla, cuya directora, Laura Woldenberg, tenía la idea de continuar el trabajo iniciado en “Mujeres en la vitrina” desde el premio de 2019.

“Ella vio ahí, como dicen en periodismo de investigación, ‘la cola de la rata’ para jalar y seguir investigando. Entonces, en noviembre de 2021 me contacta un periodista que había trabajado también en ‘Mujeres en la vitrina’ y me pregunta si me quiero unir a este equipo. Obviamente, acepté. Yo trabajé en la investigación de todo lo que tiene que ver con Venezuela, junto a un equipo de investigación liderado por quien yo considero una de las mejores periodistas de investigación que tiene México: Karla Casillas”, añade la periodista egresada de la Universidad del Zulia.

Tres años de trabajo minucioso con equipos en México, Venezuela y Argentina les permitieron producir la serie documental “El Portal: la historia oculta de Zona Divas”. Sus cuatro capítulos profundizan en las historias detrás de los asesinatos de Kenni Finol, Génesis Gibson, Andreína Escalona y Wendy de Lima, todas venezolanas, y de Karen Grodzinski, de nacionalidad argentina, quienes llegaron a aparecer en Zona Divas, una página que anunciaba trabajadoras sexuales.

Continuar la recopilación de información, mantener contacto con las familias, ganarse la confianza de las madres y hermanas de las víctimas fueron las principales tareas de Urdaneta en el proyecto.
“Quisimos contar esta historia desde quienes sufrieron y desde quienes las amaron: voltear la mirada de esta historia, que había sonado mucho y que había tenido como foco el trabajo sexual, la trata y también los feminicidios, hacia estas víctimas y hacia quienes las amaron, conocerlas a ellas desde todo lo que sufrieron. Que pudiera ser contada desde quienes sobreviven a las mujeres que fueron víctimas de feminicidio y sobre quiénes fueron ellas fue lo más valioso”, expresa.

Para ella, explicar a las familias la intención del equipo de humanizar y abordar cada historia desde el respeto, desde sus vulnerabilidades, desde las causas de su migración y desde los hilos que las conectan —sin caer en el sensacionalismo o en la revictimización—, fue fundamental para poder realizar la serie.

“Hay una historia de vulnerabilidad detrás que te la dan los países, en este caso Venezuela, y en el caso de Argentina con la otra chica relacionada al caso Zona Divas, pero principalmente Venezuela porque ellas terminaron saliendo de su país justo en los años de la crisis económica”, agrega. “La crisis por la que estaban pasando las conecta. Ayudar a sus familias las conecta. Vivir esta situación terrible de trata las conecta. Zona Divas las conecta. Y también sus asesinatos, sus feminicidios”.

Entre riesgos y agradecimientos

Tras 21 años de trabajo en el medio La Verdad en Maracaibo, la ciudad que la vio nacer en 1974, Sheyla Urdaneta Mercado ha sido corresponsal en el Zulia, coordinadora de corresponsales y jefa de investigación en El Pitazo, medio al que se unió en 2015 y donde actualmente se desempeña como jefa de información y consultora de género. Además colabora con The New York Times y ha publicado en medios como The Guardian y agencias como AP.

Las violaciones a los derechos humanos, los casos de trata y las historias de mujeres que ayudan, atienden, acompañan y defienden a otras mujeres son los principales temas que le apasionan y que quiere visibilizar.

“Los temas de género son los que siempre quiero contar”, dice. “Y yo creo que es importante aplicar la perspectiva de género en todos los trabajos. Desde El Pitazo apuesto siempre a que sea un trabajo transversal, que atraviese todas las fuentes. En el caso Zona Divas es necesario sobre todo porque se revictimiza mucho a la mujer que es trabajadora sexual y no se termina contando qué cosas hay detrás”.
Pero abordar aquellos temas que la inspiran también la ha expuesto a riesgos y le ha dejado huellas a nivel personal y profesional.

Una cobertura en la Sierra de Perijá, en la frontera entre Venezuela y Colombia, la llevó a estar detenida durante unas diez horas en marzo de 2020. Otros trabajos le trajeron amenazas y la llevaron a resguardarse por períodos. Tras acceder a los expedientes durante la producción de la serie, su equipo descubrió —con indignación y con miedo— que el jefe del portal Zona Divas seguía en libertad.

“Te queda un dolor en el cuerpo, y no lo identificas en el fragor de la investigación sino luego cuando escuchas a sus familiares, cuando vuelves sobre eso que investigaste y eso que te contaron. Además la convocatoria de esta investigación llegó para mí en un momento dolorosísimo porque comenzó en noviembre de 2021 y justo en junio de ese año murió mi mamá por covid-19. Pero a mí el periodismo me ha salvado siempre”, destaca.

Las experiencias que acumula la han llevado a tomar con menor ligereza cualquier indicio de amenaza y a seguir con seriedad los protocolos de seguridad individual y grupal.

A ella y al equipo de la serie documental también les interesaba la seguridad del público: uno de sus objetivos con el trabajo era lograr que las historias ayudaran a prevenir la trata al brindar señales de alerta, además de relatar cómo algunas mujeres lograron sobrevivir.

Todas las historias que ha podido contar han convertido a Sheyla Urdaneta en una mejor persona y en una mejor profesional, asegura. Siente orgullo de su profesión, de las colegas de su país y de pertenecer a la Red de Periodistas Venezolanas, una iniciativa que considera como “un abrazo seguro” y un soporte que significa acompañamiento, apoyo y desahogo.

“También ha habido un antes y un después desde que el periodismo y las periodistas venezolanas empezamos a ver las historias y los temas con otra perspectiva”, señala. “A las periodistas venezolanas les quiero decir que les agradezco el trabajo que están haciendo”.

racismo en Venezuela

Las raíces del racismo que Venezuela no puede ocultar

El racismo se originó en la época de la colonización y sigue vigente, aunque algunos traten de negarlo. En el país, está presente en la representación cultural y las desigualdades sociales.

“Tú sí eres una negra bonita”.

“Tienes que mejorar la raza”.

“Péinate”.

“Mis nietos serán monitos como tú”.

Estas frases, que algunos asumen como inofensivas, esconden una realidad de la que poco se habla: del racismo en Venezuela. Es estructural, visible y cotidiano, sobre todo para quien lo padece, y está normalizado para quien lo ejerce o ignora la profundidad del problema.

En el país, además, hay un discurso que disfraza el racismo con el clasismo, o lo justifica como “un chiste”.

El racismo es un fenómeno sociopolítico, sociohistórico, producto de una cantidad de experiencias, imágenes, representaciones de ideas alojadas en la conciencia colectiva y que se transforman en acciones concretas, explica Dalai Urbina, profesor de la Universidad Central de Venezuela y del Centro de Saberes Africanos, Americanos y Caribeños.

“Es un fenómeno que nace y se reproduce en la mente, y se transforma en acciones concretas. Tiene una parte tangible y una parte intangible”, dice y agrega que “se trata de una serie de barreras que impiden o generan obstáculos añadidos a las poblaciones racializadas”.

La discriminación racial en Venezuela, advierte la historiadora feminista Niyireé Baptista, tiene sus orígenes en el proceso de colonización y conquista. “Es allí, con la llegada de los españoles a lo que hoy es América, donde comienza el comercio de personas provenientes de lo que actualmente es el continente de África”.

La experta describe que la sociedad española se cimentó como un sistema de castas, en el que el esclavo ocupaba el lugar más bajo de la pirámide. “Sobre esta relación de jerarquía se tejieron una serie de prejuicios como, por ejemplo, que las personas negras no tenían alma, que eran brutas, que se merecían el trabajo de esclavos; algo parecido a lo que pasó con las personas indígenas”.

Esa discriminación racial se impregnó en toda la sociedad, razón por la cual el racismo persiste en el país. “Es un racismo velado, pero sigue existiendo en nuestras formas de expresarnos; la mentalidad colonialista se extendió incluso después de la independencia. Por ejemplo, en Venezuela cuando pensamos en esclavos inmediatamente nos vamos al color de piel”, afirma.

Agrega que el clasismo —entendido como apoyar las diferencias de clase y la discriminación por ese motivo— tiene un origen étnico. Plantea que una vez que se abolió la esclavitud, las personas negras, así como los indígenas, pasaron a vivir en condiciones de desigualdad e históricamente les ha sido más difícil el acceso a la educación, el empleo, la vivienda, entre otros.

Baptista refiere algunas frases cotidianas que tienen intrínseca esa mentalidad. “La gente dice: ‘es que me negrearon’, o sea, que los trataron como negros de manera despectiva, o ‘somos café con leche’ y ‘hay que mejorar la raza’, porque en la Colonia era muy importante la pureza de la sangre asociada a la nobleza, la honorabilidad”, y la aspiración era que una persona negra se juntara con una persona de un color de piel más claro, para “blanquear” su descendencia.

Sobre el tema, la activista Luzgermary Moreno cuenta cómo el padre de una expareja solía «bromear» con que los hijos de ambos sería «monitos» como ella.

Las fuentes consultadas coinciden que esta realidad de discriminación incide directamente en la dificultad de algunas personas de autopercibirse como afrodescendientes, sus raíces y costumbres ancestrales, y que, incluso, se presente el endorracismo o rechazo racial dentro de un mismo grupo étnico.

En Venezuela, de acuerdo con los resultados del último censo poblacional publicado en 2011 por el Instituto Nacional de Estadística, en la pregunta sobre el autorreconocimiento étnico el 2,9 % dijo ser negra/negro, 0,7 % respondió que se identificaba como afrodescendiente y 51,9 % como morena/moreno.

Representación cultural

El racismo en Venezuela está en todo, insiste la politóloga venezolana Johanna Monagreda, radicada en Brasil, quien pone de ejemplo el contenido que muestra la televisión local.

“Cuando tú ves las novelas, la protagonista, la gran mayoría de las veces, quien es digna de tener una historia contada, es una mujer blanca, un hombre blanco, una familia blanca. Cuando hay personajes negros o indígenas, casi siempre son incluidos a partir de una imagen estereotipada o a partir de la subalternidad o para reproducir imágenes de opresión y de desigualdad, casi siempre tienen trabajos menos valorizados o están en situación de marginalidad, son los malandros o los malos de la historia”, dice.

“La negritud venezolana no es bonita”, dijo, en 1997, Osmel Sousa, entonces presidente de la organización Miss Venezuela y conocido como “el zar de la belleza” en el país. La frase la completó con risas y diciendo que sentía envidia cuando viajaba a Colombia y veía “negras bellas”.

En Venezuela, la cultura de los concursos de belleza está insertada desde hace décadas. El Miss Venezuela comenzó en 1952, pero fue hasta 1998, un año después de las declaraciones de Sousa, cuando fue coronada por primera vez una mujer negra, la modelo Carolina Indriago. En más de 50 años de historia del concurso, sólo cinco mujeres negras han sido las ganadoras del certamen.

El racismo y su afectación diferenciada

La interseccionalidad —un concepto que la abogada afroestadounidense Kimberlé Crenshaw acuñó en 1989— es el estudio de las identidades sociales que se intersectan y sus respectivos sistemas de opresión, dominación o discriminación.

Tomando en cuenta este enfoque, la antropóloga y socióloga Gladys Obelmejías afirma que “las mujeres afro son los sujetos más discriminados en el patriarcado, por su género y por su etnia”.

La experta advierte que el origen de esta discriminación, de nuevo, está en la época colonial, en el que a las mujeres negras “se les otorgó el rol de reproductoras de la esclavitud”, sin contar que era quienes debían ocuparse de los hijos de sus amos por encima del cuidado de sus propios hijos.

Obelmejías agrega que “la hipersexualización de la mujer afro es un elemento de explotación en la actualidad”. Advierte, además, que la colonialidad de la mente se ha nutrido del patriarcado en muchos sentidos, asignándole a las mujeres afro, negras y morenas contenidos de “objetivación utilitarista”.

“Hay mucha sexualización del cuerpo negro. Me pasó fuera del país que era algo exótico mi color de piel y eso estaba relacionado siempre a lo sexual. Entendí que también es una forma de racismo, en la cual los cuerpos negros son cuerpos salvajes, utilizados para el placer”, señala la politóloga y activista Suhey Ochoa.

¿Qué hacer ante el racismo?

Dalai Urbina considera acertadas algunas de las medidas tomadas por el Estado venezolano ante el racismo, como la creación de instituciones que aborden a las poblaciones racializadas o la modernización de las leyes que amparan a las personas víctimas de este fenómeno.

Sin embargo, advierte que aún hay mucho trabajo por delante, como hacer valer los mecanismos institucionales de denuncia, la realización de campañas de concienciación y la transformación del currículo escolar para incorporar estos temas desde edad temprana, entre otros.

Agrega que el Estado también debe impulsar y reconocer que a nivel nacional e internacional tiene una posibilidad de mejorar, generando indicadores, ya que a través de la medición se pueden abordar estos temas de forma más precisa y eso permitiría el intercambio de buenas prácticas con otros países.

Johanna Monagreda coincide en que la escuela debe ser un foco importante para el Estado en cuanto a futuras políticas públicas que combatan el racismo, pues este es un espacio de aprendizaje, no solo académico, en el que los seres humanos hacen vida desde temprana edad.

“La escuela es responsable de la reproducción del pensamiento y acto racista. En la forma en que la educación está siendo pensada, colocan a Europa, la blanquitud, como el centro del saber y el centro del conocimiento y nos ocultan, o no dicen abiertamente, todo el saber que viene desde el continente africano. Entonces uno crece imaginando a África como un continente vacío, un continente sin nada de sensibilización, sin saber. Sólo se nos dice: los negros eran más fuertes y por eso vinieron a trabajar aquí en la tierra”.

Para Monagreda también es importante repensar las sociedades y los gobiernos, con el fin de lograr mejores resultados.

“Es la forma en que nuestra sociedad, como un todo, está organizada y la única forma de combatir el racismo que se presenta en ese nivel, es a través de políticas públicas del Estado. Pero, en general, los gobiernos no tienen una postura firme contra el racismo, porque consideran que tienen un bajo entendimiento de lo que es el racismo, tienden a pensar solamente en burlas racistas o en actitudes puntuales racistas y no piensan en la necesidad de replantearnos y de representarnos como país”.

En 2024, muchas mujeres afro venezolanas todavía enfrentan situaciones racistas, aquí te compartimos algunos de sus historias:

Este texto fue publicado originalmente en Crónica Uno, como parte de las becas Redsonadoras, un programa desarrollado por la Red de Periodistas Venezolanas. Conoce otra de las historias becadas aquí.

Mujeres de Los Andes humedales saberes ancestrales

Cómo las mujeres de Los Andes protegen los humedales con ciencia y saberes ancestrales

En las cumbres de los Andes venezolanos, donde el viento azota con fuerza y la naturaleza se despliega indómita, las mujeres han decidido proteger los páramos. Estos frágiles ecosistemas, que parecen mediar entre el cielo y la tierra, con humedales que absorben el agua de las lluvias, alimentando ríos y lagunas, regulando el clima. Y a su vez, con suelos fértiles y llenos de vida, que alimentan a gran parte del país. 

Con una conexión ancestral con la tierra y una visión a largo plazo, agricultoras de Mérida han emergido como líderes comunitarias, capaces de movilizar a otros y generar cambios positivos, frente al cambio climático y la actividad humana que amenazan hoy su existencia. 

Dos son las organizaciones sociales ejemplifican este liderazgo femenino que enfrentan el reto de asegurar el agua para las generaciones futuras: el Comité de Riego y Fundación Senderos. 

El Comité de Riego, bajo la guía de figuras como Ligia Parra y Raquel Romero, ha sido fundamental en la protección de las microcuencas que abastecen de agua a las comunidades locales, así como en la siembra de agua, una técnica ancestral que revive ecosistemas.

Mientras, por su parte, Fundación Senderos ha innovado en la restauración de suelos degradados a través de la siembra sustentable y el uso del biocarbón, mejorando la capacidad de retención de agua en los suelos.

La participación de las mujeres en el ambiente, y especialmente en la conservación de los páramos, no es casualidad. Históricamente han tenido una relación más estrecha con la naturaleza, debido a sus roles tradicionales en la recolección de agua, alimentos y medicina.

Sin embargo, en el pasado, las mujeres campesinas a menudo veían limitado su liderazgo debido a las responsabilidades domésticas que recaen usualmente sobre ellas, sumado a las estructuras patriarcales que las relegaba a roles secundarios.

No obstante, con el paso del tiempo, el cambio climático, la creciente conciencia sobre la importancia de la sostenibilidad ambiental y la lucha por la igualdad de género han impulsado un cambio significativo. Iniciativas como estas las han empoderado, permitiéndoles desarrollar sus habilidades y tomar un papel más activo en la toma de decisiones comunitarias.

Salvar las microcuencas con un comité de riego

Eran los noventa cuándo Ligia Parra se enfrentó a uno de los desafíos más grandes que marcó su camino como líder en los páramos de Mérida. Siendo comisaria de Ambiente, tenía la misión de salvar la microcuenca que proveía de agua a la comunidad de Misintá,  un santuario natural amenazado por la sequía.

Ligia apenas regresaba a Los Andes luego de cerrar un divorcio y dejar su vida en Maracaibo. Pronto había asumido el rol de “comisaria de ambiente” del Comité de Riego, (una asociación comunitaria sin fines de lucro que desde ese período se encarga de resguardar el agua), frente a la Asociación de Coordinadores de Ambiente por los Agricultores de Rangel. 

Ligia Parra lideresa del Comité de Riego y sembradora de agua frente a diplomas y reconocimientos que ha obtenido por su trabajo en conservación.

Con la determinación de una exploradora, la comisaria de entonces, decidió supervisar la “agüita de la naciente virgen” a más de 4 mil metros de altura. Así, se adentró al corazón del páramo acompañada por 50 hombres en su primera expedición, luego 80, 100 y hasta 200.

Ligia caminó pendientes, enfrentó inclemencias del clima y prejuicios por su género para lograr el objetivo: Establecer un primer cerco que protegió al humedal del sobrepastoreo. 

Un par de semanas después, la comunidad tenía agua de nuevo. “Y ahí empezaron a cambiar las cosas, la gente entendió la importancia de conservar y empezamos a rescatar con amor y humildad, los humedales del municipio Rangel” señala. 

En las montañas, la presencia de juncos indica la existencia de un humedal. Allí, dónde pisar se traduce a barro, hay un ecosistema vital para el equilibrio hídrico, con suelos de saturada agua y rica vegetación. Los humedales hacen de estos lugares auténticos reservorios naturales de vida y a su vez, sumideros de carbono. 

Según  investigaciones mundiales apenas abarcan el 3% de la superficie terrestre del planeta, pero contienen hasta el 30% de todo el carbono retenido en sus suelos, el doble que los bosques del mundo.            

Durante los últimos diez años, Mérida (estado que este 2024 decretó públicamente la pérdida del Glaciar Humboldt) también ha tenido que enfrentar el impacto del cambio climático y las consecuencias de factores antropogénicos: La creciente presión demográfica, la ocupación desordenada del territorio y actividades ilegales, que han deteriorado significativamente la calidad del agua en diversas zonas, en su mayoría rurales, amenazando la sostenibilidad y el seguro hídrico una región, que además provee recursos alimentarios para la mayoría del país. 

Como agricultores, tenemos una claridad en la situación ambiental que vivimos, la contaminación y por eso hacemos este trabajo porque necesitamos cuidar nuestras aguas que son fuente de vida y producción” comenta el ingeniero y secretario del comité de riego, Rafael Albarrán. 

Comunidad de Misintá en el estado Mérida.

Un lenguaje secreto para proteger los humedales 

A 3500 metros de altura, la radiación solar incide con intensidad sobre Misintá, lo que hace que su vegetación sea más seca que la de otras sierras del páramo. Es por ello  que el trabajo para proteger los humedales debe estar dirigido y es doble.  

Para protegerlos, establecen jornadas para impulsar la rehabilitación de microcuenca, mejorar las condiciones del ecosistema, reintroducir especies vegetales que le pertenecen al páramo como los árboles aliso y bambús.

“El que tengamos un espacio para la acción en campo, también es un logro. El que seamos respetadas, lo es”, comenta Raquel Romero, bióloga y ecóloga, egresada de la Universidad de los Andes, actual comisaría ambiental. “Tengo 4 años trabajando con el comité, sin embargo, cuándo voy a la asamblea sé que es aún un espacio muy masculino. Quizá eso desvincula un poco el potencial que algunas mujeres de la comunidad podrían desarrollar en este espacio de recuperación de la naturaleza” concluye. 

En el campo, generalmente las mujeres están dedicadas a labores domésticas y el cuidado de la familia. Sin embargo, la participación en otros espacios ha aumentado, particularmente en roles fundamentales como el trabajo comunal y gestión de servicios: Distribución del gas, alimentación, educación y demás. Tomados por la actividad y liderazgo femenino.

“En el ambiente, la mujer tiene un rol fundamental porque hacemos uso del agua a nivel doméstico y lo podemos hacer bien o lo podemos hacer mal. Y también llevamos, transmitimos el mensaje a nuestros hijos. Como madre y esposa soy feliz, pero como mujer, creo debemos entender la importancia de lo que podemos lograr y salir al campo”, continúa afirmando la bióloga. 

Raquel Romero, comisaria actual del Comité de Riego sobre las adyacencias de un humedal recuperado en Misintá, estado Mérida.

Los humedales actúan como filtros naturales, capturando los contaminantes de la escorrentía agrícola y evitando así que se contaminen lagos y ríos. Las plantas de ellos, retienen los nutrientes y las sustancias químicas, siendo algún tipo de purificador de agua.

El objetivo de estos resguardos es recuperar paulatinamente el bosque ribereño, aquel que está a orillas de la quebrada. En el 2023 lograron la siembra de al menos 240 árboles, no todos efectivos.  

A pesar de ser una comunidad que continúa bajo una cultura machista donde existe aún limitación de roles, desvalorización del conocimiento femenino, estereotipos y prejuicios relacionados a la capacidad de autoridad, la participación en este proyecto de las mujeres ha estado muy presente. Bajo un trato respetuoso de colegas en campo, los agricultores siguen lineamientos de líderes como Ligia Parra y Raquel Romero. 

Frente a aquellos espacios dónde la sequía ha permeado, la siembra de agua es otro de los recursos que la comunidad ha buscado. Esta actividad en su mayoría elaborada con grupos de niñas y niños, ha sido otra de las banderas que Ligia Parra lidera.

Con sal marina, coco verde, miel, flores, oraciones y palabras, por 25 años en la Cordillera Andina, la líder ha recuperado 765 humedales en la región, un número confirmado por sus compañeros de trabajo.

“El ritual de la siembra de agua es una práctica ancestral que llevamos a cabo en momentos específicos, como la luna llena. Idealmente, lo realizamos en el tercer, quinto o séptimo día de la fase lunar creciente. Para este ritual, utilizamos cocos que llenamos con sal marina y colocamos en forma de triángulo. Mientras depositamos los cocos, pronunciamos palabras sagradas que han sido transmitidas de generación en generación. Estas palabras son consideradas secretas y solo son compartidas dentro de nuestro círculo más íntimo, ya que creemos que su poder radica en su exclusividad”, comenta.

Un equipo del Comité de Riego en plena actividad de protección y resguardo de humedales en Misintá, estado Mérida.

Aunque al inicio, la comunidad era adversa a esta práctica que consideraban “hippie” hoy lo ven como un conocimiento originario que debe ser transmitido a las personas más jóvenes de la comunidad, algunos de los cuales  ya han empezado a practicarlo en sus propios terrenos obteniendo resultados. 

“Es lamentable que lo sagrado sea objeto de burlas. Me han llamado ‘bruja’ en la ciudad por realizar este ritual ancestral, pero mi intención es solo conectar con la naturaleza y promover el bien, si es por eso, entonces lo soy. La siembra de agua es un acto de respeto hacia la Madre Tierra. Cargamos de energía positiva y pedimos por la abundancia y el bienestar”, concluye Ligia. 

Gestión del agua que garantiza el futuro

Sin embargo, a pesar de los avances que ha presentado la implementación de este comité, la comunidad es consciente de que la crisis hídrica podría acrecentarse en los próximos años, y es por ello que han establecido algunas respuestas prontas a este posible futuro. 

De acuerdo con Vladimir Balsa, el director del comité de riego, el mismo está integrado por 142 propietarios y propietarias de tierras, quiénes deben gestionar el suministro de agua en la comunidad respondiendo a los lineamientos del comité de riego.

El sistema además se divide en cinco sectores, cada uno con sus características particulares de acuerdo a la naciente de la que se suministra.

Vladimir Balsa, director del Comité de Riego de Misintá, estado Mérida.

“La distribución del agua se realiza de manera equitativa entre los socios, siguiendo un horario establecido para garantizar el suministro a todos. La comunidad cuenta con diversas fuentes de agua, como la laguna de humo, que se utiliza en épocas de sequía, y también creamos tanques de almacenamiento que garantizan la disponibilidad del recurso”, señala. 

El sistema de riego se organiza entonces también en turnos. Hay fincas con horarios fijos, que riegan los sábados, los miércoles y los domingos completos o hasta el mediodía. Otros sectores, siguen un esquema rotativo, recibiendo agua cada 4 días. Y aquel sector que cuenta con menos litros en sus tanques,  su turno de riego se asigna cada 7 días y por un tiempo limitado.

Esta situación obliga a los agricultores de este sector a realizar una planificación más cuidadosa para optimizar el uso del agua y evitar escasez en el futuro. 

“Decidimos migrar de unas pistolas que tenían un gran gasto de agua a un sistema de bajo consumo de agua, como micro aspersores y ellos nos garantizan que podamos hacer productivo en nuestros terrenos sin gastar tanto el agua”, menciona el ingeniero, Rafael Albarrán. 

De acuerdo a un informe de 2024 de la Fundación Agua sin Fronteras, la crisis hídrica de Venezuela, exacerbada por un modelo de desarrollo insostenible, está generando un impacto devastador en la salud pública y la seguridad alimentaria del país.

A pesar de la escasez de agua potable y los bajos rendimientos agrícolas, una porción significativa de las aguas subterráneas se destina al riego, evidenciando una gestión ineficiente.

Agricultores encierran un humedal para protegerlo del pastoreo en Misintá,
estado Mérida.

Biocarbón para el páramo: Fundación Senderos

“¿Cómo podemos guardar el agua en nuestros suelos?”, es la pregunta que la doctora Cherry Rojas hace a los niños de las escuelas en los pueblos de algunos páramos de Mérida. Como profesora de Botánica de la Universidad de Los Andes, forma parte de Fundación Senderos y del Jardín Botánico de Mérida. Junto a Daniel Velásquez, ingeniero electricista de Caracas y cofundador del proyecto, encontraron la respuesta en el biocarbón. 

Fundación Senderos nace en el 2015. En sus inicios se definió como una fundación interesada en el movimiento de construcción natural a través de tierra en Mérida. Pero con el tiempo, emprendió una misión: recuperar el conocimiento de los pueblos originarios y combinarlo con las últimas tecnologías para crear sistemas agrícolas resilientes y sostenibles, además de garantizar fuentes de energía renovables. Una práctica que permite no solo alimentar a las comunidades, sino también regenerar los ecosistemas y mitigar los efectos del cambio climático.

Daniel Velásquez, cofundador del proyecto, al lado de un horno que permite la producción de biocarbón.

La doctora Rojas explica que cuándo un carbón es visto a través de un microscopio, su estructura porosa lo convierte en una esponja que captura y retiene el agua. Esta agua, protegida de la evaporación, permanece disponible para las plantas durante períodos más prolongados. Además, sus poros albergan bacterias beneficiosas, como las fijadoras de nitrógeno, que enriquecen el suelo con nutrientes esenciales para el crecimiento vegetal.

Al incorporar biocarbón inoculado con bacterias a los suelos agrícolas, este equipo se dio cuenta de que podían mejorar su fertilidad y capacidad para retener agua.

“Nos dimos cuenta de que podíamos reducir la necesidad de fertilizantes sintéticos y optimizar el uso del agua de riego. Además, al prevenir la lixiviación de nutrientes, garantiza una mayor eficiencia en su utilización”, señala.  

Biocarbón utilizado para inocular suelos agrícolas producido por la Fundación Senderos en Mérida.

Otro de los problemas que enfrenta el estado es la deforestación de sus bosques prístinos por el uso de estos materiales en energía o cultivos, esto, sumado al incremento de temperaturas, ha generado la necesidad de buscar soluciones para así garantizar el futuro alimentario y la respuesta parece estar en la educación y la investigación.

La Fundación Senderos desarrolla una solución innovadora basada en la producción y uso del biochar. Todo comenzó con la construcción de estufas de biomasa que, además de proporcionar energía para cocinar, generaban biochar, un carbón vegetal con propiedades excepcionales para mejorar el suelo. Al darnos cuenta del potencial, decidimos enfocarnos en su aplicación en la agricultura, los mejores resultados los hemos obtenido del café”, comenta Daniel Velásquez. 

Mujeres, tierra y futuro 

Esta iniciativa además decidió crear la Casa Lumbre, una casa comunitaria construida con tierra y técnica plisada, que no está conectada al sistema de alcantarillado tradicional. En su lugar, utiliza un biodigestor que trata el 90% de los patógenos presentes en las aguas residuales. 

Posteriormente, esta agua es filtrada a través de un lecho de biocarbón y otros materiales naturales, eliminando cualquier contaminante antes de ser reutilizada para riego. Esta solución protege los ríos y también actualmente sirve como modelo para la comunidad, promoviendo prácticas sostenibles del agua en sus suelos.

En un contexto de crisis climática, el norte de Fundación Senderos se centra en la solución para la vivienda, agua, producción de alimentos y gestión de residuos, por lo que las comunidades se vuelven más resilientes y autosuficientes.

Sin embargo, también estableció una alianza estratégica con la Escuela Campesina Agroecológica La Mucuy, que ya trabajaba en la promoción de sistemas agroforestales y la siembra de café. Juntos, iniciaron un proceso de capacitación y asistencia técnica desde el 2022, en su mayoría liderado por mujeres campesinas.

Mayela Muñoz, habitante de La Isla, parte del proyecto de Fundación Senderos, agricultora y lideresa comunitaria.

Mayela Muñoz es una de esas mujeres. Ella reside en la comunidad La Isla del sector la Mucuy del municipio Santos Marquina. Allí logró perfeccionar sus técnicas agroecológicas. “Yo tengo algunas plantas de café que me fueron donadas y todavía no han dado su primera cosecha porque no le corresponde por el tiempo, pero entonces eso me sirvió de motivación, de inspiración para hacer algo más grande. Entonces, siempre trato que las mujeres, incluso de mi familia, no dependan de nadie, que sean productivas con su comida y vida”, explica. 

Antes de que Mayela conociera la iniciativa de la casa Lumbre de Fundación Senderos, ella hacía abono agroecológico con el carbón y los desechos de comida que sobraban en su casa, una mezcla de varios restos orgánicos, como conchas de plátano, naranja, sobrante de las frutas y verduras, llamado comúnmente en la zona como “bocashi”.  

La fundación logró trabajar con aproximadamente 12 familias. Seis mujeres fueron líderes de esos hogares que se beneficiaron del proyecto que se llevó a terreno en el 2023 y sembraron 10 mil plantas, aproximadamente, en el sector de la Mucuy y más 8 mil en inmediaciones externas al sector.

Inmediatamente después, un grupo ya más reducido de cuatro mujeres decidió darle continuidad a eso y en este 2024 iniciaron un segundo vivero, en el que se busca incentivar de nuevo el cultivo del café de especialidad comerciable “Mucu y Café”.

Grano de café, parte del cultivo de las líderes comunitarias en cuyos suelos se ha implementado el uso del abono agroecológico del carbón apoyado por
Fundación Senderos en el estado Mérida.

La presidenta de la Fundación Jardín Botánico, Zuleima Molina, es una de estas últimas cuatro, una científica que lleva sus conocimientos y técnicas de investigación para aplicarlas en su hogar, una granja sostenible y de agricultura orgánica creada desde hace 24 años. 

El enfoque que tiene Molina de hacer su casa un recinto de autosustento de forma agroecológica es fortalecer toda su iniciativa sin usar ningún tipo de químico para tratar el suelo. La cría de animales de la granja tiene un gran objetivo, el cual es producir estiércol controlado para así usar la técnica del biochar aprendida de la mano de Fundación senderos para aplicarla en sus cultivos. 

“Llegamos muchas mujeres solas por esas casualidades del destino, del universo que juega así, y cada una pues con esa visión de cuidar el ambiente, de ser amigables con el ambiente, unas íbamos más conectadas con la tierra, otras más a nivel espiritual, otras pero siempre digamos que buscando ese equilibrio con el cosmos, con la tierra, con la gente, con lo social. Y aquí nos quedamos, aquí nos quedamos. Hace 24 años no entra un químico, es un lugar totalmente orgánico, pero cuando digo totalmente orgánico es totalmente orgánico, ni siquiera agroecológico, es orgánico”, reiteró.

Molina es una de las varias mujeres de la comunidad que apostó por seguir realzando el liderazgo de las mujeres por medio de técnicas y costumbres que les permiten perfeccionar sus intereses. En cada una de ellas ha nacido un emprendimiento desde champiñones, setas e incluso bioinsumos.

Actualmente, la doctora tiene una hectárea con 1,500 plantas de café y, a pesar de no estar vinculada con los productores agrícolas debido a la pandemia, logró producir café por su cuenta. Considera que cada vez que planta un árbol, una planta u obtiene algún producto de alguno de sus animales, es como su propio caso de estudio.

Doctora Zuleima Molina, presidenta de la Fundación Jardín Botánico, científica y
agricultora agroecológica del estado Mérida.

El agua como un hilo conductor 

A través de técnicas sustentables en comunidades como Misintá y la Mucuy se construyen sistemas más resilientes, combinando la agroforestería y cultivos, pero mejorando a su vez, la fertilidad de los suelos.

Así lo determina Isaac Ruiz, consultor internacional de Permacultura tropical, especializado en diseño hidrológico. Para él, quién además está involucrado en proyectos como el de Fundación Senderos, la optimización del uso del agua, que permite ser distribuida a los cultivos, animales y estructuras de manera eficiente, evitan la erosión del suelo, promoviendo la biodiversidad y la adaptación al cambio climático.

“Esto es permacultura, una filosofía que busca crear sistemas agrícolas sostenibles a largo plazo, es fundamental en nuestro trabajo. Al manejar de manera holística el medio ambiente, podemos mejorar la calidad de vida de los campesinos y asegurar la salud de nuestros ecosistemas”, expone. 

De acuerdo al último informe de la ONU sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo “Agua y prosperidad para la paz”  del año 2024,  actualmente casi la mitad de la población mundial sufre escasez de agua al menos durante parte del año. 

Una cuarta parte de la población mundial se enfrenta a niveles de estrés hídrico extremadamente altos y utiliza más del 80 % de su suministro renovable anual de agua dulce. El futuro entonces parece incierto para la agricultura, un motor socioeconómico clave para el crecimiento sostenible y la seguridad alimentaria. 

Isaac Ruiz, especialista en diseño hidrológico y adaptación al cambio climático.

Estos proyectos han generado un gran entusiasmo entre los más jóvenes y las comunidades. Fundación Senderos ha estado en más de seis escuelas con aproximadamente 200 niños, quienes se han convertido en espacios de aprendizaje y experimentación. 

Mientras, a la par, mujeres como Ligia y Raquel en sus propias comunidades han llevado el aula a la naturaleza, considerando que respetar la espiritualidad es vital para entender el ciclo de la vida y garantizar la existencia próxima de las nuevas generaciones. 

Hija de la comisaria actual del Comité de Riego y aprendiz de siembra de agua
en Misintá, estado Mérida.

Este contenido fue realizado como producto periodístico dentro del programa de becas “Redsonadoras”, organizado y desarrollado por la Red de Periodistas Venezolanas (RDPV). Conoce otra de las historias becadas aquí.

caza de brujas

Más allá de la escoba: Una reflexión sobre la misoginia detrás de la caza de brujas

La palabra “bruja” ha estado muy presente en mi vida desde que recuerdo. Mis películas favoritas de niña eran en las que existía una poderosa hechicera capaz de ser una con las fuerzas de la naturaleza. Mujeres con conocimientos profundos sobre remedios y pociones capaces de curar hasta la herida más dura y con una sabiduría inaudita sobre los hilos que nos mueven más allá de lo que vemos y sentimos en el mundo físico. Sin embargo, las referencias que me ofreció la industria del entretenimiento distan del concepto de bruja que he compuesto durante años de investigación sobre el tema.

Pensar en brujas quizá nos lleve automáticamente a una mujer físicamente condenada a rasgos más bien diabólicos, sola, generalmente vieja y con intenciones siempre malignas.

Pensar en brujas quizá nos lleve automáticamente a un grupo de mujeres que se reúnen en secreto para copular con el diablo, con un alma vengativa y siempre buscando eliminar a “la más agraciada” de todas.

Pensar en brujas quizá nos lleve automáticamente a una mujer montada en una escoba, recitando canciones con la intención de llamar a los niños para encantarlos y comerlos.

Y no nos culpo. La verdad es que todos creemos saber de qué estamos hablando cuando alguien menciona a las “brujas”.

Hoy tengo una propuesta distinta.

Mi invitación es que cada vez que pienses en una bruja automáticamente evoques la imagen de una mujer —generalmente inocente— condenada a la hoguera por un grupo de hombres, sin ningún respaldo legal que la salvaguardase después de sufrir torturas.

Quiero que cuando vuelvas a leer un “somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar” pienses que la caza de brujas alcanzó su punto álgido al comienzo de la Edad Moderna, aunque se gestó mucho antes cuando a las mujeres se les asociaba con los demonios y herejes.

Me gustaría que cada vez que nos topemos con una romantización —de lo que verdaderamente fue la primera matanza por razones de género en la historia— pensemos en que eso fue posible gracias a una misoginia cocinada a fuego lento, la cual se enraizó en la sociedad y convirtió a las mujeres en las enemigas.

Aunque no exista un consenso general sobre el número total de víctimas durante la caza de brujas —y parte de esa cifra también incluye a hombres acusados de brujería—quiero que, cada año durante estas fechas, recordemos que existió una manual llamado “El martillo de las brujas” en el que se detallaban los métodos de tortura que acabaron con generaciones enteras de familias. Linajes femeninos enteros destruidos por el fuego de la hoguera.

Mi invitación es a que antes de pensar en estas mujeres asesinadas únicamente como transgresoras y poderosas, demos unos pasos hacia atrás y también volvamos a esa época —no tan lejana como quisiéramos— en las que un simple rumor podía condenarte a ti y a tus hijas a un destino en la horca. O a ser consumida por el fuego.

Las razones religiosas que dieron pie inicialmente a la caza de brujas transmutaron a otra cosa. Y sí, aunque en este siglo ya el concepto de Dios no es el eje central de la sociedad —y sabemos que la última persona que fue ajusticiada por practicar brujería en Europa fue Anna Göldi en 1782—, quiero invitarnos a nunca olvidar que hay mujeres y niñas que todavía son asesinadas luego de ser acusadas como brujas en África y nuestra propia región.

Finalmente, te hago una última invitación en forma de pregunta: si el manifiesto “Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar” fue escrito por una mujer española y blanca bajo el seudónimo Tres Voltes Rebel, para hablar sobre la experiencia de ser mujer en sociedades patriarcales y el mito de la bruja como “icono feminista”, ¿en dónde queda la experiencia de las mujeres negras que también mataron por brujería o incluso peor, fueron esclavas?

Pero eso es tema para otra día.

trata de personas Estefanía Mendoza

Visibilizar la complejidad fronteriza, vital para enfrentar la trata de personas

La actual migración venezolana, que impulsa a millones de personas a recorrer América Latina, expone especialmente a mujeres y niñas a situaciones de vulnerabilidad extrema, incluida la trata de personas. Y la falta de una narrativa adecuada en los medios de comunicación para visibilizarla, limita la capacidad de las sociedades para identificar y combatir este delito.

Estefanía Mendoza, abogada feminista y coordinadora de Mulier de Venezuela, ofreció una profunda reflexión sobre la trata en el contexto de la migración venezolana. “Este delito avanza más rápido que la legislación y las políticas públicas”, resaltó. Es así como el papel del periodismo resulta esencial para alertar, educar y crear un entorno más seguro para todas las personas.

Trata y tráfico de personas, dos conceptos diferentes

Aunque a menudo se confunden, trata y tráfico de personas son dos términos que describen situaciones diferentes. Mientras que el tráfico implica la entrada ilegal de personas a un país, generalmente de forma voluntaria, la trata de personas es un crimen que viola los derechos humanos (DDHH) al someter a las víctimas a explotación. Esta explotación puede ser sexual, laboral o incluso para el tráfico de órganos.

“El tráfico es un delito contra el Estado, mientras que la trata es un delito contra las personas. La dinámica de tráfico es lo que conocemos de los ‘coyotes’, donde se paga para cruzar una frontera. En Venezuela, hemos visto paquetes turísticos para cruzar a Estados Unidos o para cruzar el Darién. Pero pueden terminar en trata si los traficantes detectan a mujeres solas o en situación de vulnerabilidad”, explicó Mendoza.

Enfatizó que, en muchos casos, las mujeres (y personas LGBTQ+) migrantes no reconocen que están siendo víctimas de trata hasta que ya es demasiado tarde. Recordemos que suele estar acompañada de coerción, engaño o violencia, lo que anula la capacidad de la persona para tomar decisiones libres sobre su propia vida. Por eso necesita visibilizarse cada caso.

La trata implica diversas formas de abuso

La también activista por los DDHH destacó que la trata de personas no se limita a la explotación sexual, a menudo vinculada con imágenes estereotipadas de mujeres encadenadas. También incluye la explotación laboral, el trabajo forzado y otras formas de abuso que, a menudo, pasan desapercibidas.

La trata de personas ha crecido hasta convertirse en el tercer delito más lucrativo a nivel mundial, después del narcotráfico y el tráfico de armas, lo que demuestra la magnitud del problema, dijo.

Mendoza insistió en que, tanto los estados como las organizaciones internacionales y los medios de comunicación, deben trabajar juntos para abordar la trata de personas desde una perspectiva interseccional. Las políticas públicas deben enfocarse en la protección de los derechos humanos de las personas migrantes, prestando especial atención a las mujeres y niñas, quienes son las más afectadas por este delito.

Además de la respuesta de los países de acogida, debemos analizar cómo responde el mismo gobierno venezolano. “El Estado tiene la obligación de proteger a las mujeres de la violencia y garantizar una vida libre de esta, lo cual es inherente a nuestros derechos humanos. No tiene que ver con que seamos venezolanas en Perú, en Colombia o en Venezuela”, señaló.

Perú y Ecuador, países inseguros para las mujeres venezolanas

La coordinadora de Mulier comentó que, de acuerdo con los informes que están elaborando, Perú es uno de los países donde la situación de las migrantes venezolanas es más crítica. Muchas de estas mujeres enfrentan formas extremas de violencia, incluso por parte de las fuerzas de seguridad, quienes en lugar de protegerlas, actúan como cómplices de los tratantes. Los medios locales, en muchos casos, no reportan con diferenciación la gravedad del problema, lo que contribuye a invisibilizar la explotación.

Lo que hace a estas mujeres más vulnerables es, en gran parte, la narrativa xenófoba y estigmatizante creada alrededor de la migración venezolana. Mientras que en el pasado, los venezolanos de clases más acomodadas eran mejor recibidos (como en la época de los dólares de Cadivi), la nueva oleada de migrantes, más pobres y vulnerables, genera reacciones mucho más hostiles. 

Esto incluye la hipersexualización de las mujeres migrantes. En países como Ecuador, “estos estereotipos han evolucionado a la percepción de la venezolana como ‘prostituta’, alimentados por el machismo y la violencia estructural contra las mujeres”, denunció Mendoza. 

El estereotipo de la venezolana “bella” o “miss” se reemplazó por la idea de que son más “deseables” o “sumisas” en el contexto de la explotación sexual. Al respecto, advirtió sobre el peligro de estas narrativas, que no solo deshumanizan a las mujeres, sino que también refuerzan la idea de que “venden mejor”, perpetuando así su vulnerabilidad.

Focos de explotación en las fronteras venezolanas

En las fronteras de Venezuela, particularmente en los estados Zulia y Táchira, se ha documentado un aumento en los casos de explotación sexual y laboral. Mujeres y niñas son obligadas a trabajar en condiciones de esclavitud en estas zonas. 

“El Arco Minero del Orinoco, por ejemplo, es un punto crítico. Allí la explotación minera ilegal y la presencia de grupos irregulares afectan gravemente a las comunidades indígenas y a las mujeres venezolanas, quienes recurren a las minas como medio de subsistencia”, precisó la especialista en violencia de género.

En la frontera y en el contexto de la virtualidad, la explotación sexual de migrantes venezolanas en casas de modelaje webcam es otro fenómeno alarmante. “Estas mujeres, muchas en situaciones de vulnerabilidad, son explotadas en este tipo de trabajos, donde el consentimiento se desdibuja y pasan de tener un trabajo sexual consentido a ser víctimas de trata”, resaltó.

Mendoza señaló que las zonas mineras de Brasil y las fronteras marítimas con Colombia, la explotación laboral y el tráfico de personas las convierte también en puntos críticos. “En las comunidades indígenas, la detección de víctimas de trata es aún más difícil debido a las barreras culturales y la percepción diferente de las fronteras”, agregó. Esta invisibilidad refuerza la impunidad de los tratantes y la falta de atención por parte de las autoridades locales.

Por una narrativa inclusiva y de alto impacto

En opinión de la abogada feminista, combatir la trata de personas de manera efectiva requiere de una coordinación conjunta entre los medios, los Estados y las ONG. Los objetivos en común deben ser la creación de narrativas más justas y humanas, que no perpetúen la xenofobia ni la estigmatización; y que promuevan políticas basadas en el respeto a los DDHH.

Estefanía Mendoza subrayó la importancia de ampliar y diversificar las narrativas en torno a la trata de personas. Esto implica no solo reconocer la explotación sexual y laboral, sino también visibilizar a las víctimas que, debido a los estigmas y la falta de políticas públicas adecuadas, permanecen invisibles. No solo mientras se movilizan en las fronteras, sino luego de establecerse en países receptores de la migración, pues las dificultades para regularizar su estatus migratorio persisten por largo tiempo.

A pesar de que el gobierno venezolano afirma tener un plan nacional contra la trata de personas, este no ha sido publicado, lo que refleja falta de transparencia y de acción concreta. Esta opacidad dificulta la implementación de políticas efectivas y limita la capacidad de los países receptores de migrantes para proteger a las víctimas.

La también consultora en temas de género ofreció este análisis sobre la trata de personas en su ponencia “Trata de personas, tráfico y otros problemas fronterizos”. Este fue el tema abordado durante la tercera sesión del programa “Narrar Fronteras“, impulsado por la Red de Periodistas Venezolanas (RDPV). Puedes leer la nota sobre la segunda sesión aquí

Femicidio Venezuela Utopix

Se comete un femicidio en Venezuela cada 47 horas, revela informe de Utopix

Entre enero y julio de 2024, se registraron un total de 108 femicidios en Venezuela, con 14 de ellos reportados solo en ese último mes. El más reciente informe de la ONG Utopix sobre este tipo de delitos revela cifras alarmantes de violencia contra las mujeres. Se estima que, en los primeros siete meses del año en curso, cada 47 horas se cometió un crimen que acabó con la vida de una venezolana dentro de su país.

Además, cada 36 horas se cometió un posible femicidio frustrado durante ese mismo lapso. Mientras que el año anterior, se contabilizaba uno cada 38 horas. Resulta más que preocupante esa tendencia en aumento con cada año que pasa. En 2023, el Monitor de femicidios de Utopix documentó 206 muertes asociadas a esta clasificación de crímenes contra las mujeres. 

Estos indicadores reflejan que a la emergencia humanitaria compleja que se vive el país desde hace varios años hay que sumarle una crisis en torno a la violencia de género. Sin mencionar la alta tasa de impunidad en los casos que se denuncian ante las autoridades y el subregistro de víctimas a quienes la justicia no alcanza.

Un problema estructural desatendido por el Estado

Estas 108 mujeres asesinadas entre enero y julio de 2024 representan vidas truncadas por falta de protección efectiva por parte de las instituciones del Estado venezolano

A pesar de que existe una Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la realidad demuestra que no se aplica. Los mecanismos de protección, como medidas cautelares o la persecución y detención de los agresores, fallan al no poder garantizar la seguridad de las víctimas.

En el informe de estos primeros siete meses del año, publicado en la página web de Utopix bajo la autoría de Aimeé Zambrano, se destaca que estas cifras no solo representan muertes violentas, sino que evidencian un problema estructural más amplio. Y que está vinculado a la violencia machista y a un sistema judicial que no actúa con la celeridad ni la sensibilidad necesarias para abordar estos casos.

Distribución geográfica y patrones identificados

El registro de los femicidios no se limita a un contexto específico, ya que se extiende por todo el país y afecta a mujeres de diversas edades, niveles socioeconómicos y realidades sociales, según muestra el informe. Sin embargo, queda claro que la crisis económica y social que vive Venezuela ha exacerbado la vulnerabilidad de las mujeres, quienes enfrentan mayores riesgos en contextos de pobreza, migración y falta de acceso a servicios básicos.  Un total de 16 venezolanas fueron asesinadas fuera de su país de origen.

Respecto a los 14 casos domésticos reportados en julio de 2024, entre 16 y 35 años osciló el rango de edad de la mayoría de las víctimas. También hubo un aumento de casos entre mujeres de 51 a 55 años. Armas de fuego, armas blancas y la provocación de asfixia mecánica fueron los métodos más usados para acabar con la vida de estas venezolanas. Cinco de ellas eran madres. Y una docena de niños, niñas y adolescentes quedaron en orfandad.

La impunidad como agravante de los femicidios

Del total de estos casos, seis de los cuerpos de las víctimas fueron abandonados en la vía pública. Además, dos mostraron signos de tortura y uno de mutilación.  Otro fue escondido en una maleta. El estado con el mayor número de femicidios consumados es Miranda, con cinco. Mientras que se registró uno por entidad en Distrito Capital, Aragua, Yaracuy, Monagas, Anzoátegui, Carabobo, Trujillo, Portuguesa y Apure.

Uno de los aspectos que resalta el informe de Utopix es la impunidad que rodea a estos crímenes. A pesar de la existencia de leyes para la protección de las mujeres, muchas de las denuncias de violencia de género no se atienden adecuadamente, lo que deja a las víctimas desprotegidas. 

En muchos casos, las órdenes de alejamiento no son cumplidas por los agresores, y las autoridades no responden con la urgencia requerida para evitar que las situaciones de violencia escalen hasta convertirse en femicidios

Por ejemplo, Utopix refiere que de 17 femicidas identificados, diez están detenidos; uno está fugado y dos se suicidaron tras cometer los crímenes. En cuatro casos no hay información sobre el status de los responsables de estas muertes.

La falta de formación en género y derechos humanos entre los cuerpos policiales y judiciales también agrava la situación. Las mujeres que denuncian violencia no siempre encuentran un trato respetuoso o eficiente por parte de las instituciones, lo que desalienta a muchas víctimas a buscar ayuda.

La invisibilización de las víctimas en Venezuela

Aunque los medios de comunicación reportan algunos casos, muchas veces la cobertura se limita a lo sensacionalista y no aborda las causas profundas de la violencia. Utopix ha estado trabajando para visibilizar estas problemáticas, no solo a través de sus informes, sino también mediante campañas de concienciación que buscan cambiar la narrativa sobre la violencia contra las mujeres en el país.

La ONG también ha enfatizado la necesidad de una mayor cobertura mediática responsable que no revictimice a las mujeres ni perpetúe estereotipos de género. En lugar de centrarse en detalles amarillistas, se requiere un enfoque que denuncie la inacción de las instituciones y la falta de políticas efectivas para protegerlas.

Es imprescindible que el Estado venezolano, en conjunto con organizaciones de la sociedad civil, tome medidas urgentes y efectivas para proteger a las mujeres. Además, los medios de comunicación deben jugar un papel más activo en la visibilización de esta problemática, más enfocados en las causas estructurales de la violencia de género.

Nota original e informe disponibles en Utopix – Monitor de Femicidios: Constructoras de Paz en VenezuelaInformación republicada con autorización de su autora, Aimeé Zambrano, en Redsonadoras.com.