Centro Zerolo

Un centro comunitario se abre como espacio seguro para derribar estigmas del VIH

El Centro Comunitario Pedro Zerolo nació en la cabeza de Stephany Herrera. Lo soñó como una casa para acoger a quienes viven con VIH, pues cuando a ella misma le llegó el diagnóstico, lo que más recuerda es que esos primeros años fueron muy solitarios.

Sin tener con quién hablarlo, con los miedos propios de una enfermedad tan estigmatizada, el camino se veía poco esperanzador. Sin embargo, ese lugar pasó de la cabeza de Stephany a ser una idea tangible que hoy recibe a decenas de personas que buscan en el arte un refugio para vivir libres de prejuicios. 

“El centro comunitario empieza acá, en mi cabecita, como una idea para comenzar a sentirse como un lugar de protección, un lugar de pares, un lugar de conversación, un lugar de divertimento y de formación”, comenta Herrera, coordinadora del centro, a Redsonadoras.

Como una persona que convive con VIH desde hace 13 años, a Stephany le faltaba alguien con quien conversar o un lugar donde pudiera sentirse libre y acompañada. Y poco a poco junto a amistades y colaboradores este centro comunitario, ubicado al oeste de Caracas, ha dado las pinceladas necesarias para convertirse en lo que se imaginó.

El sueño se materializó gracias a una convocatoria del Gobierno de Las Canarias, en España. Stephany participó, armó el proyecto y resultó ganador. Esto le dio las piernas y los brazos que el centro necesitaba para comenzar a andar en diciembre de 2024 y ser un espacio seguro. 

El centro Zerolo ya empieza a ser testigo de sus primeros milagros: ver cómo las personas llegan siendo tímidas y luego con las clases de actuación notan una evolución, comienzan a hablar en público de forma más natural, se integran a los grupos de apoyo y comparten cosas que en otros lugares sería impensable, por ejemplo, lo tedioso que resulta tener que cumplir diariamente con el tratamiento, lo complejo, lo doloroso, los saberes propios de su experiencia. Para quienes le dan vida al centro el encuentro entre pares es su razón de ser.

Un desierto para las mujeres 

Para Stephany el camino hoy es distinto. En ese sentido, cuenta que no es lo mismo una chica de 20 años con un diagnóstico de VIH, que una mujer de 36. “Uno se va armando, se va empoderando, tiene otras herramientas, uno sabe con quién comunicarse, a dónde ir, a dónde no ir, qué batallas dar, hasta dónde dar esas batallas, entonces eso te va dando también compañía. Y tener formación, insisto, eso te da mucho coraje”, dice.

Para ella la formación ha sido clave, sobre todo, por esas mismas ansias de entender lo que la academia aún no le ha dado. Se hizo enfermera y después cursó un postgrado en Investigación Clínica, luego una maestría en Estudios y Políticas de Género, así como un diplomado en VIH, ITS (Infecciones de Transmisión Sexual) y en educación sexual integral.

A pesar de que el camino para Stephany hoy está más acompañado, a nivel de salud aún hay desiertos, pues señala que en materia sanitaria falta mucho por hacer desde una perspectiva de género.

“Hay unos vacíos tremendos que todavía no han entrado en disputa, hay un camino que todavía no está resuelto, a las mujeres que vivimos con VIH nos tratan por iguales a sabiendas que nuestros cuerpos son distintos a los masculinos, que pasamos por otras hormonas, que pasamos por otros procesos mucho más complejos como son las maternidades. No se nos está investigando, no existen muchas investigaciones”, reprocha. 

Ahora el centro hace una campaña para lograr atraer a más mujeres, pues por ahora la mayoría de sus asistentes son hombres de la comunidad Lgbtiq+. Las razones es que casi siempre detrás de un diagnóstico de una mujer con VIH hay un proceso de violencia, lo que hace que sean mucho más reservadas y tiendan a aislarse.

“Nos cuesta muchísimo que vengan. Nosotros estamos haciendo justo una campaña para ir conociéndolas, pero es un proceso. Hay que llenar la confianza, hay que decir que hay un centro, que hay un lugar seguro, protegido, pero bueno, es un caminito que hay que hacer”, dice Stephany.

El Centro Comunitario Pedro Zerolo sueña ahora con una casa, saben que tomará tiempo y paciencia, pero desde ya la imaginan. 

Por ahora, construye una comunidad que crece y que se apoya, le da trabajo a amigos y activistas y se erige desde el optimismo. Para su fundadora uno puede rescatar desde los lugares y “los lugares también los hace uno” y desde allí se aferra para hacer del centro un espacio seguro, lleno de amor y de esperanza.

Mucho por hacer

Stephany estuvo 13 años en Argentina y desde allá sentía que quería hacer cosas buenas para Venezuela. “Yo tengo que volver a mi país, comenzar a hacer algo, no puede ser que yo me he formado y mi país está como desahuciado, tenía ese sentimiento como de deuda conmigo misma. Entonces dije: si yo hago un proyecto lo tengo que hacer en mi país”, se decía.

Para la fundadora del centro Pedro Zerolo existía la necesidad de transformar eso que nació como una tristeza, una dolencia, una especie de “muerte segura” y convertirlo en un sitio donde pudieran reír, conversar, ser cómplices y aliados. A su juicio la razón de esa tristeza era no contar con información, apropiada, estar sola, lidiar con el estigma y la desinformación.

Jhorman Vera, coordinador general del área artística, indica que les llena de mucha alegría que este sea el primer centro comunitario para personas que viven con VIH. Al principio costó que la gente llegara, y dice que esto era debido al mismo temor al estigma, sin embargo, ahora muchos van y toman los cursos artísticos, de maquillaje o de dramaturgia, para expresarse y pasar un rato agradable.

“Hay personas que pasan aquí todo el día desde desde la mañana en un taller y se terminan yendo a final de la tarde porque la pasan bastante bien acá. También vienen personas Lgbtiq+, personas que no necesariamente conviven con VIH y que solo son aliadas”, comenta Vera.

El centro tiene tres áreas de trabajo: una de salud que cuenta con una consejería psicológica la cual ofrece sesiones gratuitas individuales y grupales, así como pruebas rápidas para detectar infecciones de transmisión sexual; una cultural en la que se organizan talleres artísticos, de escritura creativa o cineforos y un área que se dedica a archivo.

Para Stephany mientras más se hable del tema y se naturalice pues será más fácil para quien lo vive, y también más sano y más fluido si quisiera develar su diagnóstico. “El estigma realmente es el que mata a las personas, las personas se suicidan cuando tienen un diagnóstico o se echan a morir, como quien dice, precisamente por la desinformación y el estigma”, apunta. 

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El vuelo de Blue Origin tripulado por mujeres: un paso en el espacio, retroceso en la Tierra

La narrativa de inclusión que celebra que el vuelo suborbital de la compañía Blue Origin haya sido completamente hecho con tripulación femenina pone en el foco un discurso que prioriza lo espectacular y lo simbólico, mientras en paralelo las políticas públicas reducen presupuesto para el desarrollo científico y tecnológico y desplazan a las mujeres de los puestos en toma de decisión

El 14 de abril de este 2025 despegó y aterrizó el último vuelo suborbital de Blue Origin, la compañía privada aeroespacial de Jeff Bezos. La misión NS-31 fue presentada como un acontecimiento histórico: por primera vez desde 1963, cuando la astronauta soviética Valentina Tereshkova voló sola en el Vostok 6, una tripulación completamente femenina se elevó al borde del espacio.

Liderado por Lauren Sánchez —pareja de Bezos— y acompañada por figuras como la cantante pop Katy Perry, la ingeniera aeroespacial de ascendencia bahameña Aisha Bowe, la productora de cine Kerianne Flynn, la activista de derechos civiles y científica Amanda Nguyen y la periodista Gayle King, el viaje fue ampliamente celebrado por los medios como un avance simbólico en la inclusión de género. Las mujeres se embarcaron en un viaje suborbital a bordo del cohete New Shepard, desde el oeste de Texas, experimentando unos minutos de ingravidez y obteniendo una perspectiva única de la tierra. Marcó el undécimo vuelo espacial humano de la compañía con fines recreativos. 

Según explicó Sánchez en una entrevista para la revista ELLE —realizada a todas las astronautas participantes—, la intención del vuelo fue inspirar a las futuras generaciones a estudiar carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas por sus siglas en inglés) a través de diversas narradoras, todas con historias e intereses diferentes.

Sin embargo, mientras las cámaras apuntaron al cielo y la cantante pop besó el suelo luego de un vuelo de apenas 11 minutos —cuyo precio, si no se tiene el perfil y el capital social para ser seleccionado por invitación, ronda el millón de dólares por asiento— en la tierra, en Estados Unidos, el presidente Donald Trump, junto al principal contratista de la NASA, Elon Musk, prometió llevar a la humanidad al espacio y plantar la bandera estadounidense en Marte, e incluso más allá.

Pero la respuesta fue el cierre de oficinas claves dentro de la histórica institución aeroespacial. El 10 de abril fue el último día de trabajo de la doctora Katherine Calvin, científica principal y experta en climatología, quien dirigía la Oficina del Científico Jefe, también se clausuraron la Oficina de Tecnología, Política y Estrategia y la división de Diversidad, Equidad, Inclusión y Accesibilidad (DEIA) dentro de la Oficina de Igualdad de Oportunidades. Se despidieron 22 funcionarios más y se advirtió una posible reestructuración con mayores recortes.

En un contexto de crisis climática y desigualdad, el turismo espacial se encuentra en una encrucijada que abre un debate incómodo: ¿estamos priorizando lo espectacular por sobre lo esencial?

Justicia simbólica o real

La narrativa del NS-31 parece cuidadosamente diseñada para proyectar una imagen de progreso. Una tripulación de mujeres, diversas, mediáticas. Una búsqueda inspiradora. Pero cuando se contrasta este gesto simbólico con los recortes a instituciones científicas, el impacto ambiental del turismo espacial y la desigualdad en el acceso a estas experiencias, la inclusión, en este caso, opera más como una estrategia de legitimación que como una transformación real. 

Celebrar que más mujeres lleguen al espacio es valioso, pero hacerlo dentro de un sistema profundamente excluyente y elitista reduce esa representación a una imagen decorativa. El feminismo —al igual que la ciencia— no puede limitarse a una presencia simbólica en proyectos impulsados por el capital privado, mientras se desmantelan políticas públicas que afectan directamente a las mujeres más vulnerables y a las comunidades más expuestas a las consecuencias del cambio climático.

Bezos defiende el avance de la tecnología para la exploración recreativa del universo y junto con su prometida, Lauren Sánchez, aprovechó un vacío importante: la ausencia de tripulaciones completamente femeninas en vuelos espaciales. De los viajes cancelados por no tener indumentaria espacial adecuada para mujeres, pasamos a astronautas con trajes diseñados a la medida por firmas reconocidas de moda, asesoría en maquillaje y estilismo. Aunque a primera vista esto podría parecer superficial, se convirtió en una de las banderas tanto de la empresa como de sus pasajeras, relacionando este gesto de humanización con un rasgo feminista relevante.

“Esta dicotomía entre ingenieros y científicos, y luego belleza y moda. Somos multitud. Las mujeres somos multitud. Voy a usar lápiz labial”, aseguró Amanda Nguyen en la entrevista con Elle.

Sin embargo, este discurso también ha recibido críticas. Figuras públicas como la actriz Emily Ratajkowski han calificado la misión como oportunista y han cuestionado su autenticidad como logro feminista. En varios videos en TikTok, Ratajkowski ha señalado cómo esto desvía la atención de los problemas estructurales más urgentes, a esto también se suman diversas columnas de opinión que han cuestionado abiertamente la narrativa presentada a los medios. 

Hay que reconocer que la estrategia de Blue Origin no es nueva. En su primer vuelo tripulado en 2021, Bezos invitó a Mary Wallace “Wally” Funk, una aviadora estadounidense que formó parte del programa “Mercury 13”, desestimado por la NASA en 1962 por razones de género. Con 82 años y tras seis décadas de espera, Funk logró finalmente subir al espacio, en lo que fue un gesto simbólico y profundamente emotivo.

Quizás no se trata de restar importancia a la representación, sino de preguntarse qué tipo de inclusión se celebra. Aunque la misión Vostok sí marcó un momento importante, pasaron 62 años para el siguiente vuelo; la participación de mujeres en las instituciones aeroespaciales cuyos fines son científicos ha sido más que una “representación femenina” en un viaje para obtener su “perspectiva”.

Con ellas se han logrado hechos importantes como avances tecnológicos y luchas por derechos y espacios laborales, que hoy continúan con otras referentes, quizás no con tanto alcance como esta noticia, cuya inclusión parece profundamente selectiva más que un cambio estructural del sistema. Tener solo mujeres en la tripulación no cambia el hecho de que el turismo espacial es un lujo inalcanzable, mientras en la tierra, muchas mujeres luchan por sobrevivir en un planeta cada vez más desigual, amenazado por el cambio climático y ahora también por la crisis de uno de los mejores sistemas científicos del mundo.

El lujo con huella: costo climático y económico

El interés del turismo espacial y su competencia, gira en torno a una promesa: “democratizar el espacio”. Sin embargo, esta intención trae consigo un costo energético y una huella de carbono considerable que aún se desconoce en su totalidad.

Aunque el New Shepard es reutilizable y su motor utiliza hidrógeno líquido y oxígeno líquido —cuya combustión produce principalmente vapor de agua, sin emisiones directas de CO₂—, debe considerarse todo el proceso. Esto incluye las emisiones asociadas a la fabricación, logística y preparación del lanzamiento, así como el impacto del vapor de agua liberado en la estratósfera y otros gases de efecto invernadero.

En general, las misiones espaciales liberan compuestos en las capas altas de la atmósfera, afectando negativamente la capa de ozono. Si bien los vuelos como el del New Shepard son suborbitales y tienen una huella ecológica menor al no entrar en órbita, su impacto sigue siendo significativo.

“No deja de ser cuestionable que, en un momento en que urge reducir nuestro impacto ambiental, surja esta nueva forma de ocio. Accesible solo a una minoría y que supone que cada pasajero emite en solo unos minutos el mismo dióxido de carbono que dos o tres personas de media durante un año entero”, señala la revista Ethic.

A medida que las élites siguen alcanzando el espacio, surgen cuestionamientos sobre la responsabilidad de estos proyectos frente a los efectos devastadores del cambio climático. De acuerdo con documentos presupuestarios filtrados en un amplio artículo publicado por la revista científica Nature, en Estados Unidos las políticas gubernamentales recortaron fondos para investigaciones científicas clave, como las de la NASA y la NOAA, que se centran en monitorear y mitigar las amenazas climáticas.

“El presupuesto científico de la NASA para el año fiscal 2026 se reduciría casi a la mitad, a 3.900 millones de dólares. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de EE. UU., que monitorea el clima terrestre y realiza pronósticos meteorológicos, vería su presupuesto para 2026 reducido en 27 %, a 4.500 millones de dólares”, señalan.

La paradoja que se presenta es clara: ¿cómo justificar un espacio inaccesible para la mayoría, mientras se desmantelan programas que podrían ofrecer soluciones concretas para salvar el planeta? En lugar de concentrar esfuerzos en enfrentar las crisis climáticas a través de la ciencia y la cooperación internacional, la atención se desvía hacia una competencia espacial privada impulsada, por ahora, en intereses económicos.

Las decisiones que hoy se toman —quién accede al espacio, quién paga el precio ambiental y quién queda excluido del futuro— no son neutras. Son políticas. Y en tiempos de urgencia planetaria como la que estamos atravesando, los símbolos no bastan. Lo que necesitamos es una verdadera redistribución de poder, recursos y posibilidades

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Las redes sociales se fueron a la m… ¿Quedan espacios seguros en Internet para las feministas?

Las redes sociales nunca han sido perfectas, pero no cabe duda de que, en los últimos meses, se han convertido en una extensión más de la manosfera. Así se le conoce a ese lado oscuro, antes semi-escondido, de la web 2.0 en donde la hostilidad hacia las mujeres y la misoginia son la regla, y depredadores sexuales como Andrew Tate son personajes venerados. 

La primera red social en caer en este agujero negro fue X, ante conocida como Twitter, después de que Elon Musk la comprara en 2022 usando (cómo no) tácticas de mercado agresivas y éticamente cuestionables. En uno de sus primeros movimientos como principal accionista de X, el hombre más rico del mundo despidió a casi la mitad de su personal, incluyendo a los equipos responsables de diseñar políticas para proteger los derechos humanos, garantizar la accesibilidad de la plataforma para personas con discapacidad y mitigar los posibles sesgos y daños facilitados por su tecnología. Desde entonces, X se ha convertido en un hervidero de desinformación y mensajes de odio, amplificados por algoritmos supuestamente diseñados para promover la “libertad de expresión” pero claramente impregnados de sesgos que atentan contra los derechos humanos y la democracia. 

Más recientemente, Meta le siguió los pasos tras emplear una serie de cambios en sus políticas que abren la puerta para que sus usuarios difundan contenido abiertamente discriminatorio y deshumanizante. Ahora no hay que sorprenderse si usuarios de Facebook, Instagram o Threads comparan a las personas con objetos inanimados, suciedad y enfermedades como el cáncer. Tampoco se molesten en reportar a los usuarios que llamen “enfermos mentales” a homosexuales o personas trans, ni tampoco a quienes consideren a las mujeres como “propiedad”.

Todos los intolerantes y misóginos son bienvenidos en el reino de Mark Zuckerberg, quien no solo ha adoptado una estética que parece un extraño cruce entre tech-bro y rappero gen Z en un intento desesperado por encajar en nuevos paradigmas, sino que ahora también aboga por celebrar la “energía masculina” y la “agresión” en las empresas de tecnología. Como si en Silicon Valley, donde las mujeres siguen siendo una minoría y ganan, en promedio, un 16 % menos que sus colegas hombres, alguna de esas dos cosas estuviera en peligro de extinción.

¿Dónde quedan los feminismos?

No sorprende a nadie que este completo abandono a cualquier pretensión de corrección política ha tenido un impacto especialmente duro contra las mujeres y las causas feministas. Por ejemplo, en un estudio reciente en Estados Unidos, la mayoría de las personas concuerda que el contenido de las redes sociales afecta negativamente más a las mujeres que a los hombres en áreas como la imagen corporal, el estilo de vida y la autoestima. 

Por si fuera poco, las plataformas de Meta restringieron recientemente la visibilidad del contenido con etiquetas relacionadas con los derechos de las personas LGBTQ+, medida que afectó especialmente a los adolescentes. El New York Times, también reportó que Instagram y Facebook bloquearon y ocultaron publicaciones de proveedores de píldoras abortivas, una práctica que se intensificó tras la investidura de Donald Trump. Cabe destacar que Zuckerberg, Musk y otros ultra ricos de la tecnología, como Jeff Bezos y Sundar Pichai, estuvieron en primera fila durante la ceremonia inaugural del magnate, después de desembolsar millones de dólares para financiar este pomposo evento. 

En Venezuela, el panorama se complica aún más, considerando que algunas de las redes sociales más populares, incluyendo TikTok y X, enfrentan sofisticados bloqueos que no solo restringen la libertad de expresión y el acceso a la información, sino que también imponen barreras adicionales para que activistas feministas y LGBTIQ+ puedan movilizar sus causas, denunciar injusticias e informar a sus comunidades.

Este contexto desalentador parece advertirnos que han quedado atrás los días en que movimientos como #MeToo, #NiUnaMenos y otras campañas feministas y progresistas encontraban en las redes sociales un terreno fértil para crecer y movilizar cambios sociales. Probablemente, Audri Lorde siempre ha tenido razón: Las herramientas del amo difícilmente nos servirán para desmantelar la casa del amo. 

¿Aún quedan rincones seguros en Internet para quienes apoyamos las causas progresistas? 

Resulta más urgente que nunca preguntarnos si la web 2.0 aún puede ofrecernos espacios seguros donde las personas interesadas en generar cambios podamos reagruparnos, comprender lo que está sucediendo en el mundo, desahogar frustraciones y, sobre todo, encontrar nuevas formas de movilización. Si no existen, entonces también cabe preguntarnos cómo podemos crear estos espacios para que no vengan sesgados por default en nuestra contra. 

Por ahora, no parece haber respuestas claras a estas preguntas, pero algunas ventanas están abriéndose en plataformas alternativas, como Bluesky, una red social que nos recuerda a los inicios de Twitter, liderada por la joven Jay Graber. Como actual CEO, Graber desafía las tendencias dominantes al apostar por un modelo abierto y descentralizado que busca devolver a los usuarios el control sobre el contenido que consumen y sus datos personales. Este enfoque contrasta radicalmente con los algoritmos sesgados de las plataformas más populares, que no solo han erosionado el pensamiento crítico de muchos, sino que también han vendido al mejor postor la información privada de los usuarios para manipular sus opiniones políticas y hábitos de consumo (¿alo, Cambridge Analytica?). Aquí hemos encontrado refugio en los últimos meses miles de activistas, periodistas, académicos y personas críticas del status quo y hartas de los excesos de Musk. 

Otra opción que poco a poco está creciendo en popularidad entre personas desesperadas por crear comunidad e informarse, lejos de la toxicidad de X, Instagram y Facebook, es Substack. Esta es una plataforma especialmente diseñada para bloggeros y creadores de newsletters que encontraron aquí un sistema para construir nuevas maneras de conectar con audiencias más alineadas a sus intereses y gestionar el contenido a través de suscripciones gratuitas o pagas. 

Aunque Substack no está libre de intolerancia y contenido polarizante, aquí los usuarios tienen más poder de decidir qué publicar y cómo hacerlo, sin someterse al yugo de algoritmos que prioricen ciertos temas sobre otros. Lo más atractivo para muchos usuarios es también la posibilidad de construir una comunidad “íntima” y comprometida con los mismos valores y causas. En otras palabras, ofrece la oportunidad de construir pequeños oasis progresistas en medio de un ecosistema mediático cada vez más desalentador. 

Sin embargo, aún está por verse si Bluesky, Substack u otras plataformas alternativas podrán darle la vuelta a las tendencias dañinas y reaccionarias que están promoviendo Musk, Zuckerberg y otros desesperados por ser parte de ese patético club de “bad boys”, demasiado ricos para el bien de la humanidad. A veces, me cuesta creer que la Internet podrá cumplir su promesa originaria de ser una herramienta para democratizar el mundo y lograr un futuro utópico. Parece que no podemos tener cosas lindas sin que el capitalismo y el patriarcado vengan a envenenarlo todo. 

Tal vez, la respuesta está en hacer un esfuerzo por desvirtualizar nuestras vidas y relaciones, al menos hasta donde se pueda. De apagar el teléfono por un rato para volver a las tertulias en los cafés, los clubes de lectura o la movilización comunitaria. Quizás, en esos espacios, después de compartir un café y un abrazo, podremos volver a entendernos, encontrar puntos comunes y movilizar esfuerzos para resolver los problemas que amenazan la humanidad (la falta de derechos de las mujeres, personas racializadas y LGBTIQ+, el cambio climático, el colonialismo, la desigualdad económica, la violencia y la intolerancia… la lista es larga).

Tal vez… quién sabe. 

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La Red de Periodistas Venezolanas lanza su nueva imagen y sitio web en un evento emblemático

La Red de Periodistas Venezolanas (RDPV) celebró un evento presencial muy significativo para sus más de 260 miembras que trabajan en medios de comunicación locales, nacionales e internacionales, así como en oenegés y como comunicadoras independientes. En la sede de la Alianza Francesa en La Castellana, Caracas, se realizó la presentación de la nueva imagen de la Red y de su sitio web, Redsonadoras.com.

Transformando el periodismo venezolano

La RDPV nació para valorar y potenciar los saberes y las habilidades de sus integrantes, promoviendo la formación continua y el trabajo colaborativo. En el encuentro, se destacó la misión de la red: ser un terreno fértil donde florecen capacidades, ideas, proyectos y alianzas que aportan una perspectiva feminista y de género a la práctica periodística en Venezuela.

“Queremos transformar la práctica periodística y los medios de comunicación hacia una realidad más feminista, inclusiva y democrática“, dijeron. Asimismo, se reafirmaron que la visión de la red de garantizar que las periodistas venezolanas gocen plenamente de sus derechos humanos y ejerzan un periodismo feminista, libre e independiente.

Impacto significativo y proyectos transformadores

Hasta la fecha, la Red ha formado a más de 350 periodistas y comunicadores en temas de género y diversidad, ha otorgado 18 becas de producción periodística y mentorías, y publicó el primer informe sobre acoso sexual en el entorno de los medios y el periodismo en Venezuela. Su boletín informativo, “Buenas Juntas“, ya casi alcanza las 500 personas.

Entre los proyectos destacados, se mencionaron las capacitaciones en derechos sexuales y reproductivos, periodismo en contextos autoritarios y el abordaje de temas complejos como el aborto. Además, se mencionaron eventos como el bootcamp Género en foco“, el programa “Semillero Violeta“, y el más reciente: “Narrar Fronteras“. Todos estos eventos que han sido fundamentales para formar a periodistas y comunicadoras con una perspectiva de género.

Nuevo logo y rebranding

Con la presentación del nuevo logo de la Red de Periodistas Venezolanas se da inicio a una etapa de renovación y compromiso continuo con la calidad, inclusión y crecimiento. Este rebranding responde a la evolución interna de la red y a la necesidad de reflejar una identidad que vibra con las nuevas metas y valores de sus miembras.

Sostenibilidad y valoración del trabajo de cuidados

Uno de los aspectos centrales del evento fue el enfoque en la sostenibilidad de la red. Se resaltó la importancia de reconocer y pagar con justicia el trabajo de cuidados no remunerado que, históricamente, ha recaído sobre las mujeres.

La RDPV se compromete a buscar financiamiento sostenible y a rendir cuentas de manera transparente, con el objetivo de convertir el esfuerzo voluntario en uno remunerado, reconociendo así el valor inmenso del trabajo realizado por sus miembras.

Actualización de datos y fortalecimiento de la comunidad

Para seguir creciendo y fortaleciendo la comunidad, se lanzó un formulario de actualización de datos, obligatorio para todas las miembras actuales y abierto a nuevas integrantes. Este proceso busca entender mejor las necesidades y potencialidades de cada una, fortaleciendo los lazos de solidaridad y sororidad que caracterizan a la red.

Lanzamiento del sitio web Redsonadoras

El punto culminante del evento fue el lanzamiento del sitio web Redsonadoras.com. Este nuevo espacio digital es una plataforma para visibilizar y amplificar las voces de las mujeres y personas históricamente invisibilizadas.

Con secciones dedicadas a historias y reportajes, recursos y guías, proyectos e iniciativas, y eventos y noticias, Redsonadoras es la antesala al primer medio feminista venezolano, un espacio que refleja el compromiso de la red con un periodismo transformador.

Celebración y compromiso renovado

El encuentro presencial, que también fue seguido por la transmisión en vivo a través del canal en YouTube de la organización, concluyó con un brindis, celebrando los logros alcanzados y renovando el compromiso con la causa que une a la Red de Periodistas Venezolanas. Las miembras y aliadas presentes reafirmaron su determinación de seguir trabajando juntas por un periodismo más justo, inclusivo y feminista.

Activistas de organizaciones como el Observatorio LGBTIQ, Aya Contigo, periodistas de la iniciativa del semanario Entérate, compartieron durante la velada y mostraron apoyo a la red. Otros importantes aliados en esta velada fueron Franca, Bamvino y Ovejita, quienes brindaron sus valiosos apoyos para la realización del evento.

Para más información, visita Redsonadoras.com y sigue las redes sociales de la comunidad para estar al tanto de sus últimas novedades y proyectos.

Lecciones del Bootcamp Género en Foco

“Lecciones del Bootcamp Género en Foco”, una guía para potenciar el periodismo feminista e inclusivo

(Caracas, julio 2023). La Red de Periodistas Venezolanas lanzó la guía Lecciones del Bootcamp Género en Foco“, resultado de un evento presencial y virtual que reunió a destacadas periodistas, activistas y expertas de Venezuela y América Latina. 

“Esta guía representa un hito importante en nuestro continuo esfuerzo por promover el periodismo feminista y fomentar una práctica periodística más justa e igualitaria en nuestro país”, aseguró María Laura Chang, cofundadora de esta red que reúne a más de 180 periodistas que laboran en medios locales, nacionales e internacionales. 

Durante tres intensos y gratificantes días, se llevaron a cabo necesarias conversaciones sobre temas claves en el contexto periodístico contemporáneo. El feminismo, la fotografía, la interseccionalidad, el anti-racismo, los derechos sexuales y reproductivos, las luchas indígenas y ambientales, el autocuidado, la trata de personas y la violencia de género, entre otros, se abordaron por parte de diversas expertas y panelistas en un espacio de reflexión y aprendizaje.

Esta iniciativa, organizada por la Red de Periodistas Venezolanas, colectivo fundado en 2020, y promovida por Chevening Awards, a través del Chevening Alumni Programme Fund (CAPF), recibió además el apoyo de importantes aliados como Free Press Unlimited y Embajada de los Países Bajos en Caracas. 

“Reconocemos que aún queda mucho por hacer para lograr que el feminismo y los derechos humanos permeen todas las salas de redacción de nuestro país, pero estamos seguras de que esta guía será un recurso valioso para avanzar en esta dirección”, añadió Estefanía Reyes, cofundadora de la red y exbecaria Chevening. 

La guía “Lecciones del Bootcamp Género en Foco“, dirigida a periodistas, comunicadores y todas las personas interesadas en promover la igualdad de género en los medios de comunicación, pueden descargarla de forma gratuita aquí